Por: S.A. Domínguez
El día de hoy, y luego de diversos sucesos que Dios me ha permitido guardar y meditar en el corazón, me han recordado una gran enseñanza:
Quién no se atreve a conocer sus propias heridas, nunca podrá ayudar a otros a sanar y aprender a vivir con tres aspectos fundantes de la condición humana: el desamor, el dolor y el fracaso.
Solamente Dios puede sanar y transformar una vida que desde su principio, haya sido herida por otros desamores, dolores y fracasos. La especie humana es insuficiente para entender lo que es sanar y hacer sanar a los suyos. El intento le salva de mirar su propia condición de fragmentación, pues la codicia y el afán del ego vertical le ciegan y le engañan.
Paradójicamente y aunque raye en el absurdo, es la condición humana herida, la que se abre al misterio de la gracia del Espíritu, que es y existe y que no puede hacer más que mostrar su propia naturaleza, limitada y menesterosa, para abrirse a la vida plena.
Al final queda la esperanza de que el día de mañana, nuestras heridas puedan sanar, con experiencias genuinas de amor, gozo y plenitud.