miércoles, 24 de agosto de 2022

Nos sana la gracia de Dios, no nuestra propia naturaleza.

 





Por: S.A. Domínguez


El día de hoy, y luego de diversos sucesos que Dios me ha permitido guardar y meditar en el corazón, me han recordado una gran enseñanza:
Quién no se atreve a conocer sus propias heridas, nunca podrá ayudar a otros a sanar y aprender a vivir con tres aspectos fundantes de la condición humana: el desamor, el dolor y el fracaso.
Solamente Dios puede sanar y transformar una vida que desde su principio, haya sido herida por otros desamores, dolores y fracasos. La especie humana es insuficiente para entender lo que es sanar y hacer sanar a los suyos. El intento le salva de mirar su propia condición de fragmentación, pues la codicia y el afán del ego vertical le ciegan y le engañan.
Paradójicamente y aunque raye en el absurdo, es la condición humana herida, la que se abre al misterio de la gracia del Espíritu, que es y existe y que no puede hacer más que mostrar su propia naturaleza, limitada y menesterosa, para abrirse a la vida plena.
Al final queda la esperanza de que el día de mañana, nuestras heridas puedan sanar, con experiencias genuinas de amor, gozo y plenitud.

UN DIOS CERCA DE LOS JÓVENES.

La evolución del alma en el espejo del otro.

REFLEXIÓN PARA ESPOSOS Por S.A. Domínguez Me conmueve profundamente la idea de la vida en pareja como una invitación constante a evolucionar...