miércoles, 9 de julio de 2025

La evolución del alma en el espejo del otro.

REFLEXIÓN PARA ESPOSOS

Por S.A. Domínguez

Me conmueve profundamente la idea de la vida en pareja como una invitación constante a evolucionar. Es un eco de aquello que Platón vislumbraba como el ascenso del alma hacia lo bello y lo bueno. Cuando nos unimos a otro, no estamos simplemente compartiendo un espacio físico o un tiempo. Estamos, en esencia, entregándonos a un proceso alquímico donde el otro se convierte en un espejo, a veces complaciente, otras veces desafiante, que nos obliga a mirar hacia adentro. ¿No es este el verdadero sentido del crecimiento? Despojarnos de viejas pieles, de los disfraces que hemos usado para protegernos, y emerger más auténticos, más libres. 

En esta danza, la individualidad no se disuelve, sino que se celebra. Es un acto de fe profundo: saber que al entregarnos, al abrirnos al otro, no nos perdemos, sino que nos encontramos, no solo a nosotros mismos, sino la expansión de un "nosotros" que es más grande que la suma de sus partes. Aquí, la huella de lo Divino se hace patente, pues en la verdadera unidad, la identidad del ser se revela con mayor claridad, como una chispa que regresa a su Hogar.

El Santuario de la Sanación Compartida.

La belleza de esta unión, lo sabemos, no se limita a las risas bajo el sol. Es en los valles de sombra, en las encrucijadas y los procesos difíciles, donde el amor se revela en su magnitud más sagrada.

Acompañarse, no es solo estar ahí; es ser ese refugio, ese puerto seguro cuando el alma zozobra. Y es un acto de profunda ternura abrazar las diferencias. ¡Qué necedad sería pretender que el otro sea una copia de nosotros mismos! Es en la singularidad del ser amado donde reside la riqueza, la posibilidad de ver el mundo con ojos distintos, de expandir nuestra propia comprensión. Este es el espacio que construimos, un santuario donde ambos pueden ser sin dejar de ser uno mismo, un don de libertad que solo el amor verdadero, ese que proviene de la Fuente de toda libertad, puede otorgar.

Unión que se da por amorosa gratuidad.

Pienso, con el corazón en la mano, en esos pilares invisibles que sostienen el entramado: la comunicación, ese hilo etéreo que une los corazones; el afecto, que se manifiesta no solo en los grandes gestos, sino en el café compartido al alba, en la caricia que tranquiliza un alma inquieta. Y el vínculo sano, ese fruto de un trabajo que es, sí, de dos. Un compromiso que se renueva cada día, no por la coerción de un deber, sino por la dulce y consciente elección. En la vorágine de este mundo ruidoso y disperso, ¿cuánto valor tiene un silencio cuidado? ¿Qué decir de una presencia real, que sin una sola palabra grita: "Aquí estoy, contigo, te veo, te siento"?

Es en esos instantes de quietud y presencia donde la magia se derrama, donde el alma del otro se siente verdaderamente vista y amada por la misma mirada con la que Dios nos contempla: sin juicio, con pura aceptación, y simplemente por gratuidad amorosa.

UN DIOS CERCA DE LOS JÓVENES.

La evolución del alma en el espejo del otro.

REFLEXIÓN PARA ESPOSOS Por S.A. Domínguez Me conmueve profundamente la idea de la vida en pareja como una invitación constante a evolucionar...