“Apostando
por la nueva cultura vocacional: Yo soy
una misión de santidad.”
Por: Sergio Domínguez C. SSCC
Cuando era pequeño e incluso siendo adolescente,
recuerdo que en mi interior siempre había una inquietud cuando se hablaba de
temas como la vida, Dios; la Iglesia, de
los sacerdotes y de todo ese mundo, que en aquel entonces para mi pequeña
conciencia, se revelaba lentamente un universo donde una actitud inexplicable
imperaba: el asombro.
En efecto, como ahora ya siendo mayor, puedo constatar
que las pequeñas generaciones también experimentan dicha actitud frente a los
misterios de la vida, los acontecimientos familiares y sociales, y
particularmente aquellos que tienen que ver con temas de profundidad como lo
son Dios, la muerte o el sentido de la vida. He aprendido que los adultos, no
debemos descuidar la atenta escucha y el sano acompañamiento de las juventudes
y sus distintas inquietudes, pues en ellas, se atiende a la voz de Dios y la
misión que prepara para ellos.
A través del tiempo, son muchos los rostros que expresan
la Alegría del Evangelio reflejado en
hombres comunes, de sencillo proceder, que providencialmente se han encontrado
con El Resucitado, cambiando para siempre el rumbo su propia vida,
testimoniando la belleza y la necesidad de la santidad.
Pero te hago una pregunta sincera: ¿Cómo podríamos
hablar de una cultura vocacional y de la santidad que de ella emana, si antes,
no atendemos con seriedad la complejidad de las realidades juveniles, las
claves del discernimiento que nos pide la Iglesia hoy, y que al final de todo
proceso vocacional es Cristo quien nos llama?
Te invito a reflexionar en estos puntos, para saber nuestra
vida como misión hacia el prójimo, a imagen y semejanza de Jesús, es apostar
por una cultura vocacional de santidad, a través de la construcción del Reino
que Dios quiere para todos, especialmente para las nuevas generaciones.
La pluralidad de identidades y
mundos juveniles.
Nuestra Iglesia Católica, ya desde hace más de cuatro décadas se ha
puesto en camino para atender y primar las necesidades de las nuevas
generaciones dadas por su especificidad y complejidad, tanto por su cambialidad
a través de los años, y en diferentes partes del mundo. Ante las continuas y
lamentables olas de violencia, testimonios de corrupción e intereses
particulares por parte de las comunidades sociales y políticas, los problemas a
atender son cada vez más variables y complejos. Es una misión que requiere de
grandes esfuerzos y de muchas manos dispuestas a atacar de raíz los males que
aquejan y que perjudican a tantos niños, adolescentes y jóvenes.
Puestos en continuo discernimiento rumbo al Sínodo de
este nuevo año 2018, que lleva por título “Los Jóvenes, la fe y el
discernimiento vocacional”, como Iglesia
hemos de reconocer la complejidad de la pluralidad de identidades y mundos
juveniles, es decir, entendemos por este concepto aceptado recientemente en
nuestra Iglesia Universal como un proceso cultural donde intervienen modelos
distintos que se acomodan a la diversidad de juventudes y sus inquietudes, intereses
y proyecciones. Muchas veces, realidades como Dios, vida de donación y
objetivos loables, han quedado sustituidos por modelos humanos, egoísmos
exacerbados y objetivos materialistas e individuales.
Ante esto, y como miembros de nuestra Iglesia, no estamos
en condiciones para asumir la indiferencia, por el contrario, es una
responsabilidad ineludible integrar nuestros proyectos, en vías de escucha y
acompañamiento, tanto como una vida interior para poder dialogar con las
diferencias culturales que presentan las nuevas generaciones juveniles Sobre
ello, el Sínodo de este año pretende clarificar los métodos y las experiencias
óptimas para realizar estos dos verbos tan especiales en Jesús que llama a la
santidad (Documento que vale la pena puedas leer y meditar en compañía de algún
sacerdote o laico con formación): Escuchar y acompañar.
Claves de discernimiento: Escuchar
y acompañar.
Como fruto de la reflexión y la seria información con
la que se precisa la realidad misma dentro de nuestra misión como cristianos,
el camino de escucha y acompañamiento del prójimo podrían revelarnos esas
posibilidades para dar a conocer a Cristo y vivir en el amor al que llama a
cada hombre, a cada conciencia para vivir con plenitud su vida, ofrenda de
generosidad y servicio al prójimo.
El Papa
Francisco hace suyas las palabras de Benedicto XVI acerca del
profundo extravío que vive la juventud de hoy. De ahí que, para ser creíbles,
sea necesario “privilegiar la vía de la escucha”; saber “perder el
tiempo” a la hora de acoger los interrogantes y los deseos de los jóvenes. En
el fondo, un gran remedio para entender las inquietudes de las personas nacen
de estas dos acciones tan sencillas pero tan contundentes a la hora de conocer a una persona; por ello,
que en el Evangelio reconocemos que Jesucristo atendía a ambas formas de relación para
comunicar el mensaje amoroso de Dios Abbá,
orientar las inquietudes de los hombres que a su vez le escuchaban, así
como escuchar las plegarias proferidas en distintos momentos de su vida privada
y pública, que conocemos en la sagrada Escritura.
No con menor intención, al interno de las
congregaciones y los dicasterios se ha planteado en este año, tanto en los
distintos aguinaldos y lemas celebrativos que se apueste por la escucha y el
acompañamiento. Este binomio inseparable, logra penetrar los corazones con el
poder de la palabra misma de Cristo, pues, es Él, quien en el fondo realiza la
llamada a cada persona, al final él mismo revela la belleza de una vocación con
sus especificidades y matices. Aplica para todos: adultos, como jóvenes debemos
estar atentos a cultivar estas virtudes en cuantos podamos topar en lo
cotidiano de nuestra vida, quienes Cristo mismo nos pide dar un testimonio más
creíble y atractivo.
Jesucristo es quien nos llama.
Hoy en día, experimentamos una de las grandes verdades
de cada vocación específica en la Iglesia: Somos de Cristo (como lo afirmaba
Pablo en la Comunidad de Corintios). Quizá todos alguna vez hemos sido parte del
carisma o buen trato de algún buen sacerdote, o hemos percibido el gran amor de
los esposos en el Matrimonio; tanto es esto, que hemos reconocido en las
virtudes de la castidad, la pobreza y la obediencia que viven quienes prefieren
vivir la soltería laical o consagrada, la misma docilidad y amor por alguien.
Si no fuera así, el testimonio que percibimos estaría vacío, híbrido o hasta lleno
de contradicciones. En efecto, es Cristo y su hermosa coreligación con Dios
Padre y el Espíritu Santo, quienes preparan la vocación al amor y al servicio
en cada uno de nosotros.
Una vocación específica tiene sentido cuando
entendemos que en el fondo Jesucristo es quien va entregándose a los demás a
través de nuestra persona, y en la vocación específica que elegimos con
libertad y conciencia.
Por eso, una cultura vocacional tiene un fin en sí
mismo que es Cristo mismo: no permanece perdido, ni presenta complejidades para
ser vivida, pues, en el seguimiento de Cristo, se revelan a nosotros las
promesas del Reino; somos parte ya de las bienaventuranzas terrenas y eternas;
con nuestra vocación consolamos y acompañamos al que está triste, al que ha
perdido el sentido de la vida, a quien ya no espera nada más.
Bibliografía.
Documento Preparatorio Sínodo 2018: «Los jóvenes, la
fe y el discernimiento vocacional»
http://www.vatican.va/roman_curia/synod/documents/rc_synod_doc_20170113_documento-preparatorio-xv_sp.html
Papa Francisco: Se necesita una nueva cultura
vocacional. Congreso de Pastoral Vocacional, CEI, Italia, Roma, enero, 2018.
Presentación Aguinaldo Rector Mayor de los Salesianos
de Don Bosco, 2018. http://www.infoans.org/es/secciones/noticias/item/4308-rmg-presentacion-del-poster-del-aguinaldo-2018-del-rector-mayor