lunes, 30 de octubre de 2017

El sistema educativo de Don Bosco y su relación filosófica-pedagógica.

El sistema educativo de Don Bosco y su relación filosófica-pedagógica.
INTRODUCCIÓN
“La educación es cuestión del corazón”:
Don Bosco.

La educación ha sido desde los inicios del hombre una práctica inmanente a sí para poder descubrir la grandeza de su espíritu y su manera de plasmarlo en este mundo a través de los siglos. Sabemos que la educación tiene como objetivo el bien del hombre y su perfección[1], en otras palabras, es el trabajo arduo por hacer del hombre un ser pleno en su integridad corporal y espiritual. Hemos de reconocer que por la educación se orienta al hombre hacia fines más “excelsos” y se puede llevar hacia objetivos que le permitan ser un agente activo de aportaciones para la sociedad, entrenándose en el campo laboral-profesional, en donde la utilidad de su educación consigue un elemento elemental para todo proceso educativo: la generosidad. De esta actitud se contagia como consecuencia, la necesidad y la importancia de educar al hombre. Citando a López Quintás en una de sus conferencias magistrales en nuestro país, es verdad que la verdadera felicidad del hombre consiste fundamentalmente en “buscar la felicidad de los demás, a partir del encuentro con los otros”. En efecto, la educación busca hacer feliz al mismo hombre.
Don Bosco (1815-1888), sacerdote Turinés y fundador de la Pía Sociedad Salesiana (1859) de una de las más grandes congregaciones apostólicas de la historia Católica, supo entender y entrelazar bien estos elementos esenciales del acto educativo; lo resumía en algunas de sus máximas, tales como aquella en donde afirmaba que “de la sana educación depende la felicidad de las naciones” o la conciencia realista del proyecto cristiano para los tiempos cambiantes de la sociedad para “Formar buenos cristianos y honrados ciudadanos”.
Don Bosco era un visionario del campo educativo: sabía que las oportunidades de educación debían integrar el elemento unitario entre la base humana, desarrollada a través de una formación humanista en aras del servicio del progreso y bienestar común, desde profundas raíces prácticas de la experiencia religiosa.
Su sistema educativo, basado en las influencias de su propio contexto vital, y su visión cristiana de la educación entre fe y razón, le permitieron idear un sistema que podría proponerse a cualquier ser humano dado que abarcaba las “fibras más profundas” de la complejidad constitutiva del ser humano. Lo llamó Sistema preventivo, que basado en el amor, como aquella actitud que permea la vida de los hombres en unión espiritual-afectiva, se vale de la razón como herramienta indispensable para captar con estilo crítico y realista las necesidades primordiales del hombre, y la religión como el elemento de unión con la menesterosidad antropológica de trascendencia hacia lo eterno frente a su finitud terrena, es decir, hacia Dios.
La filosofía explica verdades, busca causas y pretende iluminar la realidad en la que se halla inmerso el hombre. Este “amor a la sabiduría” por el que se define dicha actitud del ser humano, resulta un medio razonable desde el cual entender y analizar las semejanzas con las raíces filosóficas y pedagógicas del sistema educativo salesiano, pues el mismo, contiene elementos que podemos rescatar como activos desde el pensamiento griego, tomando la influencia socrática y aristotélica de la educación y la ética, pasando por la etapa medieval y encontrando en San Agustín de Hipona y  Santo Tomás de Aquino fundamentos indispensables para reflejar aspectos del Sistema Educativo Salesiano.
Acontecimientos importantes en el siglo XIX y XX, como la inicial caída de las monarquías en Francia y España, los movimientos sociales que trajo consigo la etapa de la ilustración, nos ayudan a entender que, el mundo europeo- hasta ese momento un punto de referencia mundial en diversos aspectos sociales- estaba sufriendo grandes cambios. La educación de la población más pobre, se vio afectada por el “dinamismo devastador” de las guerras  mundiales y las confrontaciones políticas entre los dirigentes de las naciones.
Es necesario hablar de una educación que también le enseñe al ser humano a ser lo que es, y no poner en intenciones “mezquinas” los verdaderos objetivos que precisa la educación de cualquier hombre en este mundo.

Don Bosco y su visión educadora.
“De la sana educación de los jóvenes, pende el futuro de las naciones”
Don Bosco

Don Bosco, como educador de los jóvenes de su tiempo, supo a lo largo de su vida que la educación consistía en esa plenitud que lleva al hombre hacia los ideales de la “excelencia” y de la “grandeza” que el ser humano en su espíritu está llamado a realizar en este mundo.
Desde sus primeros años de vida, Juan Bosco, convivió de cerca con la labor educativa, y pese a que su experiencia familiar no siempre le favoreció avanzar con facilidad en la vida (su hermano José por ejemplo), es imposible descartar que realmente  “el santo de la juventud” se dio cuenta que por el medio educativo era más fácil comunicar la misión que le había sido encomendada por Dios, según sus principios, según su criterio religioso.
Para entender dicha visión, es necesario focalizar los puntos álgidos que marcaron los primeros años de su vida, desde su experiencia familiar, educativa y religiosa, aspectos que tras ser asumidos en la práctica diaria, posteriormente darían origen a un sistema educativo que trascendería más allá de su propio contexto un sistema que rompería las barreras de la diferencia, del tiempo y de los limites espaciales, para el bien de muchas generaciones juveniles.
Aspectos educativos de los primeros años de vida.

Al leer las Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales (escritas por el mismo Don Bosco) podemos entender detalles cruciales de su vida que marcaron la visión educativa a la que se sentía profundamente atraído. Juan Melchor Bosco Occhiena nace el 15 de agosto de 1915, en el pueblo de Murialdo, poblado de Castelnuovo de Asti,  situado en la zona del Piamonte italiano. Su madre, Margarita y su padre Francisco fueron los primeros grandes precursores en la formación integral de Don Bosco.
En la primera década de su vida (1815-1825), acontecieron algunos hechos que vale la pena mencionar como fundamentales en su vida y que marcarían la misma, en cuanto a su experiencia educativa inicial: la muerte de su padre francisco por ejemplo, trajo consigo una encomienda inigualable para su madre Margarita, pues se trataba de fungir el papel de jefa, proveedora, educadora, administradora y consejera de la familia Bosco, “su mayor preocupación fue la de la instrucción religiosa…enseñarles la obediencia y tenerlos ocupados en cosas compatibles a su edad…”[2], fue así que Don Bosco encuentra en el modelo y presencia educadora de su madre una guía que le enseñaba a ocuparse de las cosas ordinarias de la vida con empeño, y con dedicación. Aspecto que Don Bosco infundirá entre sus muchachos más tarde, haciéndoles ver que cualquier trabajo o actividad que se realice debe ser cumplida con la mayor entrega para tener la mayor satisfacción posible.
Otro hecho fundamental en la construcción de los primeros pasos de su sistema educativo tiene sus fuentes en la figura de dos grandes sacerdotes católicos cercanos a él: Don Lacqua (1764-1847) y Don Callosso (1760-1830), de quienes consiguió la primera educación elemental en la religión, y las materias clásicas de su tiempo, pero de una manera distinta a la escuela tradicionalista a la que se acostumbraba enseñar. El sistema de enseñanza de ambos sacerdotes coincidía en la paciencia, la generosidad, la amabilidad en el trato, y fundamentalmente en el amor, un elemento esencial del hombre, y del cual la educación filética ayuda a canalizar lo más profundo de los afectos humanos hacia la consecución sus fines más nobles. A este hecho añado de manera breve otro acontecimiento de vital importancia, que nos ayudará a entender la visión y misión educadora que poseía  el educador Juan Bosco.
A la edad de nueve años tuvo un sueño que le quedó “profundamente marcado en la memoria”, y que se presentaría años más tarde con nuevos elementos educativos para reflexionar; en dicho sueño, además del elemento religioso que aparece en las figuras guías de Jesucristo y de la Virgen María, aparece también “la enseñanza” como tema especial y eje rector de la acción a la que Don Bosco ubicó perfectamente debía apuntalar todas sus energías: una educación basada en valores humanos y religiosos, que tuvieran incidencia en la sociedad, con la finalidad de conseguir el bien común y la “perfección” de sus destinatarios en ambos campos.
He aquí los tres elementos que el sistema educativo de Don Bosco afirmará como principios supremos en la metodología-pedagógica de cualquier educador salesiano: “amorevollezza”, “ratione” y “religione”. [3]


El Sistema Preventivo: una experiencia auténtica para educar al hombre.

Como mencionábamos en el apartado anterior, el Sistema Preventivo de Don Bosco, nace en los primeros años de vida del educador, que conforme pasaban los años, era más consciente de la necesidad de educar a las porciones más desprotegidas y abandonadas, particularmente de los jóvenes, en quienes veía “el futuro resplandeciente” de cualquier nación.
 La capacidad intelectual del educador en mutua conexión con una alta formación en valores humanos afectivo-religiosos, eran los elementos que descubrían el nacimiento de un “nuevo estilo” de educar, que lejos de reprimir, hacía manifiesto el carácter preventivo de la educación para integrar a cualquier joven a la sociedad y al servicio dentro de la misma, para aportar una riqueza “auténtica” y responsable con el bien común.
 Un sistema que lleva, en palabras del sacerdote Mercedario Alfonso López Quintás, a la generosidad y no al egoísmo. Ahora profundizaremos más en cada uno de los tres elementos del Sistema Preventivo Salesiano: amor, razón y religión.

Educar desde el amor.

Desde siempre, la educación ha consistido en una serie de elementos teóricos, que luego de que el hombre es capaz de trasladar sus ideas a la realidad tangible, se habla entonces de aplicaciones prácticas de la educación. En las aulas, en la familia, en las tiendas departamentales, en los medios de comunicación, en fin, podemos decir que en cualquier lugar existe la educación como accidente que afecta la sustancialidad del ser humano, y esto es un hecho ineludible que nos habla de la importancia de cómo es que educamos, o para qué se nos educa continuamente. Es una verdad indiscutible entender al ser humano en su constitución ontológica-existencial, como un ser “amoroso”, por ende, menesteroso de que su realidad le produzca precisamente amor, pues de no existir ello, se corre el riesgo de “desfragmentar” la naturaleza humana-espiritual que en sí posee.
El amor, nos dice Villalpando, que esencialmente es relación, unificación, identificación del espíritu humano con otro, o bien, con un ente también espiritual, aunque de naturaleza superior al alma. Lo detalla también como una actitud de la naturaleza sentimental de cada hombre. [4]
La importancia de la educación debe de contemplar el horizonte del espíritu que debe ser afectado en su parte afectiva más profunda para lograr un perfeccionamiento. Entendemos por ende, que la educación no sólo trata de transmitir conocimientos teóricos que eleven la racionalidad pero desechen la parte del “sentimiento” que constituye ontológicamente al ser humano. He aquí el motor por el cual surgen las expresiones de confianza, optimismo y verdad en el proceso de madurez total de las personas.[5]
Es así que, Don Bosco considera el amor como “principio supremo” en el arte de educar, pues, ya basado en la doctrina del mismo Jesucristo, entenderá el amor como un pilar necesario para alcanzar la perfección humana, que es el fin de la educación propiamente. Ya no se trata de hacer las cosas por un “deber impositivo” o carente de sentido -mucho menos altruista- , más bien indaga insistentemente el compromiso por contribuir al espíritu del “otro”. Don Bosco intuyó perfectamente, que de nada servía educar para poseer en sí mismo la educación, sino poseerla en sí, pero en favor del progreso y desarrollo de los demás, lo que Don Bosco sintetizaría brillantemente en su proyecto vital bajo la máxima de “Da mihi animas, caetera tolle”.[6]
Por tanto, para Don Bosco la educación basada en el amor, engendra según su experiencia en el campo educativo, la familiaridad, las relaciones de respeto mutuo y corresponsable; también las convicciones profundas en el estudio, la apertura del corazón hacia los conocimientos más puros, más nobles, los que más pueden propiciar el bien personal y comunitario, y sobre todo la alegría de valorar felizmente la propia existencia.

Educar desde la razón.

Si bien el amor, conduce hacia la realización espiritual y humana en su sentido “sentimental”, es verdad que el hombre posee una cualidad que le distingue de otros seres vivos, en especial porque como ser humano es un ser “teleológico”, es decir, conoce los fines por los cuales es, existe y opera en la realidad de este mundo. El hombre posee la capacidad de razonar.
La razón es un “conjunto de facultades racionales (intelecto y voluntad)”[7], que hace referencia a lo inmaterial. Inicialmente lo que nuestra mente capta son formas sensibles, a través de los sentidos, y estos pasan esa serie de datos provenientes de la realidad concreta, para identificarlos; posteriormente el hombre procede a “discriminar” tales datos para poder llegar luego a las “ideas” o “conceptos”. Es así como funciona nuestro proceso epistémico o cognoscitivo.
Don Bosco sabía y estaba convencido que educar a la razón humana le debía de llevar a “obrar por convicción personal y profunda”[8], y no tanto por el trabajo “forzado” o “a cuestas” que el educador en ocasiones realiza cuando pretende impartir a sus educandos meros conocimientos teóricos – muchas veces cabalmente alejados de las necesidades reales-, pero carentes de fundamentos prácticos. Lo razonable para Don Bosco por ende, debía de ser práctico, y este debería distinguir al joven, que inserto en la sociedad, tuviera un rendimiento óptimo para hacer de su propia educación un testimonio de esfuerzo y excelencia.[9]
Don Bosco brindaba posibilidades de crecimiento a sus destinatarios a través de los juegos, el trabajo, las obras de teatro o la enseñanza musical; la introducción de talleres laborales en los cuales se podía aprender desde cómo hacer obras de carpintería hasta entender en algunas sesiones la complejidad del sistema métrico decimal, o las verdades cristianas de su tiempo en horarios nocturnos[10]. Don Bosco, utilizó su propia racionalidad parar educar la de los muchachos, podríamos decir, con estilo crítico y objetivo frente a su paradigma real.
Ahora bien, en el Sistema Preventivo Salesiano provocado por las muchas experiencias de vida que el “santo” tuvo la oportunidad de hacer conscientes, identificamos un elemento clave entre la relación del educador y el educando, me refiero a las “actitudes” de confianza profunda, las contrarias al “autoritarismo” y al “desconocimiento irrespetuoso”  tanto de uno como otro sujeto del proceso educativo. Al muchacho, debe enseñarse el porqué de las cosas, y no únicamente imponérsele por capricho o por falsa creencia educacional, se apela ante todo a la libertad que reside en ambas partes. Debe enseñárseles “la belleza de la virtud y la fealdad del [mal]”[11] en aquello que piensan y hacen, pues de esta manera las personas tendrán parámetros de medición objetiva para “discernir” entre lo bueno, lo malo, lo conveniente y lo desfavorable.
Educar en la razón para Don Bosco, es la búsqueda de la verdad, por medios complementarios entre sí, que, como mencionábamos sobre el concepto clásico de razón, afecte al intelecto y a la voluntad del individuo, agregando el elemento de la libertad, para plenificar esta actitud frente a la realidad que le circunda.

Educar desde la religión.

La religión, podemos decir que es uno de los constitutivos inmanentes del ser humano, y esto se comprueba, cuando nos damos cuenta de que el universo nos asombra, peor también nos asombra el conocimiento de nosotros mismos como seres formados de materia y forma, dicha forma, que decimos es de naturaleza “suprasensible”, es lo que identificamos como el espíritu, de donde surge toda la esencia del ser humano y la proyección hacia afuera de un “cosmos” interior que encierra grandes interrogantes y nos devela “lo que somos” o al menos una parte de ello.
Don Bosco como hijo de su tiempo, inserto en un clima de profunda espiritualidad, y en donde la religión seguía teniendo un gran valor social, no solo llegó a la convicción de vivir su fe en Dios para transmitirla, sino que se empeñó por mostrar  una parte del rostro de Jesucristo, dentro de la Iglesia Católica, y encarno un estilo propio para responder a las necesidades religiosas de su contexto.
 La primera instrucción religiosa es significativa que la aprendió en un escenario realista y muy sencillo (característica de una buena educación cristiana): Mamá Margarita su madre, le instruía con paciencia pero también haciéndole ver durante lo largo de su vida la seriedad de una referencia a conciencia respecto a las cuestiones sagradas[12] y esto, es una garantía que le hizo un verdadero “autarca”[13]de la religión, no en un sentido egoísta o ambicioso, sino desde la generosidad serlo para luego saber dirigir sus empresas hacia los fines de la fe, de la cual estaba convencido formaba “buenos cristianos y honrados ciudadanos” para el mundo que cada vez exigía mayores respuestas de la acción de Dios y de la Iglesia Católica.
Para Don Bosco era fundamental que sus destinatarios estuvieran tan unidos a la cuestión religiosa, quien además, era muy celoso de difundirla, tratando de purificar la manera de vivir una espiritualidad desde un espíritu amoroso e interior, que se vale del trabajo y del empeño del hombre, una actividad de correlación y corresponsabilidad en un constante devenir, ya sea de los educadores a los educandos o viceversa. Una religión que no llevase como fin los ideales del amor entre los hombres y de estos hacia Dios, poco peso tenía para el proyecto educativo que proponía a sus destinatarios.
En la máxima “no basta con amar a los jóvenes, es necesario que se den cuenta que son amados”, Don  Bosco invitaba a los educadores a ser conscientes de la necesidad de formar la humanicidad de las personas desde el plano del amor, para formar una relación cada vez más madura y responsable de servicio hacia Dios y hacia los hombres.

Relación del Sistema Educativo de Don Bosco desde algunos fundamentos filosóficos-históricos.

“Todo lo devenido es algo que deviene en virtud de algo”.
Aristóteles.
Corriente filosófica griega: La ética, Sócrates y Aristóteles.

El auge de la filosofía griega, podemos decir que inicia desde que los primeros pensadores comienzan a reflexionar sobre el Arché de las cosas, es decir, sobre las primeras causas o principios de todo cuanto es y existe. Haciendo una pequeña reseña sobre los filósofos presocráticos (Anaxímenes, Anaximandro, Xenón de Elea, Anaxágoras, entre otros.), es evidente que la inquietud por el saber era como una “olla en continua ebullición”, pues, el filósofo antiguo o sabio griego necesitaba dar respuestas al “cosmos” en el cual se veía inmerso como conciencia- materia finita, y de esta realidad hacer la pregunta por lo infinito, si era posible un lugar donde encontrar los conocimientos absolutos después del paso humano por este mundo.
Como mencionábamos anteriormente, el ser humano, es un ser dotado de razón, de afectos y por tanto es el único ser que conoce los fines hacia los cuales se orienta  su acción e intención, producto de su facultad volitiva racional. Es por ello que se le considera inexorablemente como un “ser relaciones” que precisa de un conocimiento constante de sus operaciones y actitudes respecto a su actividad en dicha realidad. Precisamente la ética busca como objetivo la consecución de los fines más elevados hacia los cuales camina todo hombre, como la felicidad, la bondad, es decir, hacia su Fin Supremo que es Dios.
Se estudia pues, la moralidad de los actos humanos, en cuanto estos sean buenos o malos[14], y de esta manera se va perfeccionando el hombre, pues en la idea personalista del filósofo francés E. Levinas, con facilidad logra identificar el “rostro” del otro, como una necesidad fundamental de la cual no se puede prescindir para buscar salir hacia un “todo” fuera de la totalidad de un “uno”.

Sócrates (Atenas, 470 a.C.-id., 399 a.C.),  fecundo pensador de los temas sociales del hombre de su tiempo y portador de un pensamiento moral e intelectual siempre trascendente hasta nuestros días, supo ser un educador excelso en los ideales primordiales de su pueblo: progresar en la virtud, la sabiduría, la excelencia, la filosofía y la política.  Su empeño por lograr la educación de sus contemporáneos lo llevó a hacerse inamovible en sus convicciones éticas, en sus metodologías simples pero a su vez complejas para ser entendidas (la mayéutica) a la hora de poner temas en cuestión problematizadora; Sócrates era un hombre crítico de sí mismo,  de la sociedad ateniense y sus alrededores; conocía la antigua tradición helénica y como hombre culto señalaba los “abusos” e “injusticias” de sus gobernantes principalmente, causa que – entre otras más- le llevó a enfrentar un serio proceso jurídico en el que perdió la misma vida.
La idea de la educación de Sócrates busca entonces que la empresa por donde se quiere llegar a la excelencia o perfección misma del ser humano, parte efectivamente, no de los intereses del egoísmo, como nos deja entrever su reflexión de síntesis en los últimos momentos de vida[15], sino de los ideales de la generosidad, la justicia, el servicio y la donación plena que una adecuada preparación intelectual y moral, si y solo sí  ésta se dirige hacia la sociedad, puede ser posible de realizar en una persona.
Aristóteles por su parte, con su “cosmológica” experiencia de educando y educador, considera que “La función propia de la educación será el perfeccionamiento humano, por lo que el proceso educativo tendrá que estructurarse en una vertiente intelectual (adquisición de cultura) y otra vertiente volitiva manifestada, sobre todo, en la adquisición de hábitos.”[16]
 En efecto, Aristóteles pretende señalar que el conocimiento del hombre y su plenitud, debe estar complementado por la teoría que se hace “praxis” y viceversa, además agrega el carácter volitivo que debe buscar acciones concretas hechas por convicción y enfocadas en el ideal humano del “equilibrio” ; se trata de hábitos virtuosos que necesitan ser en el hombre agentes activos de la misma conciencia y la libertad que le insten a hacer de la educación formal e informal parte esencial de la cotidianeidad, donde se forjen sus propias posibilidades de ser un ciudadano comprometido y consciente de su realidad.
En síntesis, la relación existente entre los elementos que hemos señalado de la ética, como reguladora de acciones y relaciones interpersonales que orientan al ser humano hacia fines superiores en la libertad, la responsabilidad, y la felicidad; ligado a la concepción educativa de generosidad y convicción de Sócrates, y la  visión realista del empeño por hacer de la vida un ejercicio virtuoso para formar al ciudadano, tienen su relación directa con el Sistema Educativo salesiano en la propuesta educativa que se vivía en la experiencia integral del oratorio de Valdocco, que se resume en el proyecto de casa, escuela, parroquia y patio: un proyecto que profundizaba en la constitución ontológica-existencial del individuo que llegaba sin una conciencia óptima para enfrentar la realidad a la cual se enfrentaría posteriormente. Por tanto, es verdad que existe una relación coherente y razonable entre los elementos educativos salesianos y los ideales de le ética y filosofía griega.

Corriente filosófica-teológica de la Edad Media: La unidad entre fe y razón.

 

San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino.

Mucho se habla respecto al periodo histórico de la humanidad conocido generalmente como Edad Media (siglos IV-XVI), especialmente porque la centralidad sobre la cual se fue gestando esa época, giraba en torno a la influencia de la Iglesia Cristiana-Católica y a su doctrina y magisterio.
La necesidad de fundamentar racionalmente el concepto de Dios era el tema inconsciente que regía y paradójicamente “iluminaba” los sistemas de los distintos estratos sociales; la Iglesia Católica hizo del mundo –hasta entonces conocido- lo que más le parecía conveniente, y por ello,  los debates interminables entre fe y razón, entre la Sagrada Escritura y los clásicos de la historia de la filosofía, se tornaban cada vez más complejos y agresivos, menos accesibles para la población con mayor rezago social, y casi completamente alejados de los primeros ideales de vida cristiana.
Como mencionamos anteriormente, se buscaba conceptualizar a Dios, de manera que el hombre dispusiera de sí para ser “grato” o “digno” de entablar una relación acorde a la voluntad divina. En materia de educación, es ineludible pasar por alto la influencia entre fe y razón que hicieron tantos pensadores, filósofos y teólogos de esta época, entre ellos el Obispo de Hipona, Agustín y el gran intelectual de la religión Sato Tomás de Aquino.
 De ambos rescataremos los aspectos principales que llevan a pensar la figura del enseñante, del enseñando, es decir, el valor de la persona que educa como la que es educada, pues, ambos  se identifican por su labor como docentes, como guías y apóstoles, pero al mismo tiempo como alumnos, como guiados por otros guías y como discípulos en el lenguaje y enseñanza cristiana.
El elemento que pretendo resaltar a continuación en relación al Sistema Educativo propuesto por Don Bosco se refiere a comprender que se educa con el testimonio que nace de una convicción gustosa por la misma experiencia de estar en continua educación, y la referencia religiosa de un Dios que “ilumina” con su Espíritu la inteligencia y la proyección vital del hombre que busca perfeccionarse en la “verdad”, en el universo, en sí mismo y en el misterio de Dios.
El proceso educativo- pedagógico que nos transmite el “obispo de Hipona” consiste en identificar la educación como una labor que precisa conciencia, esfuerzo, paciencia y testimonio en un primer momento del educador; el ahínco y la destreza con la que procede el educador, puede afectar significativamente en el “despertar” educativo del alumno o educando, en sus primeras etapas.
El concepto de educar para San Agustín consistía en “…sacar el corazón del formando de una situación de presente para llevarlo más allá, hacia su futuro como persona y como miembro de una comunidad”[17], subrayando la primera responsabilidad que tiene un educador en hacer conciencia de que él mismo es agente activo y motor para lograr que la educación se dé en el hombre, su frase famosa “Nec attendas qua millisis molestus, sed quam tibi ill esit dilectus[18]apela directamente a entender el proceso de la educación como un trabajo insistente y a veces pesado de llevar para ambas partes en el proceso de enseñanza-aprendizaje, pero siempre con resultados que educan la conciencia a niveles altos de comprensión de la realidad, y los temas de la filosofía y teología respectivamente.
La labor educativa-pedagógica juvenil, en relación al Sistema Educativo de Don Bosco, podemos encontrarla -además de considerar su larga trayectoria como intelectual y académico de su tiempo-, en una experiencia con su propio hijo “Adeodato” que plasma en su obra titulada “De Magistro” (389 d.C.) en la que afirma que no bastan las palabras para educar, son insuficientes; se necesitan también los signos y los gestos para clarificar las ideas del contenido que se desea transmitir. Algo similar ocurría con la propuesta educativa de Don Bosco, cuando en el trato personal como en el trato grupal con sus destinatarios, lograba ser él mismo un libro que enseñaba con la naturalidad de toda su presencia física y espiritual.
Por su parte, Santo Tomás de Aquino, el  “Doctor Angelical” –así conocido por la comunidad intelectual cristiana-con toda su riqueza epistemológica de corte religioso-filosófico, nos ayuda a comprender la educación como medio necesario para el hombre que se halla sumergido en constante búsqueda de la adecuación entre su ser, en referencia ala perfección o punto culmen de toda vida cristiana, es decir, la santidad. Y lo sintetiza en su proyecto vida  que consistía principalmente en orar, predicar, enseñar, escribir y viajar.[19] He aquí el otro elemento en el que el educador salesiano instruye a sus destinatarios: la educación tiene un fin específico que es ser medio para conocer la realidad de la propia existencia en el camino de la vida.
Por ello que Don Bosco, insiste en la idea de que las personas deben contar con una educación tanto formal como no formal, basándose en su “auténtico” sistema educativo y en sus constantes intervenciones como presbítero de la Iglesia Católica.
Corriente filosófica-pedagógica de los siglos XIX y XX.

Los horrores de la guerra: entropía global de la sociedad.
Las dificultades con las que a diario conviven los hombres en el mundo son suficientes como para mantenerlo ocupado la mayor parte del tiempo, y así mismo mantenerlo en un constante ejercicio reflexivo y crítico de la realidad en la que se encuentra.
Tal parece que los diálogos, los acuerdos objetivos e imparciales, las obras en favor de la educación, las movilizaciones en contra de los gobiernos aun autoritarios y cerrados, particularmente en medio oriente y en algunos otros países de Latinoamérica, las reformas nacionales, entre otros aspectos, hoy en día se debaten en un mundo contradictorio y “pasajero”, donde una gran porción de la sociedad  conspira en favor de la banalidad, la fragmentación y violencia social, la obsesiva tendencia al materialismo entre las clases sociales marcadas por la globalización y la relativización e incredulidad que explota entre políticos y sus “políticas”. Conflictos que nos siempre logran los cambios esperados por los sectores sociales, particularmente aquellos en donde la clase social media-baja y baja suelen resultar las más dañadas.
Haciendo un recuento antropológico, la racionalidad el ser humano, también se dice que es la primera que le permite identificar la diferencia de las cosas que encuentra en su realidad, respecto a sí mismo. Cuánto más, cuando el encuentro entre el “misterio” del ser humano devela la inconformidad por no saber dar cuentas de un “Tú” que no es un “Yo”, un ello que cosificado también adquiere la misma jerarquía en su constitución onto-existencial-corpórea, es decir, cuando aquel ser “dotado” específicamente de habla y pensamiento que no es tan significativo en la relevancia a su aporte a mi realidad, irrumpe –diría Levinas- la totalidad de mi “ser” y entonces ya se convierte en un elemento de consideración, de atención y de análisis, cabiendo la posibilidad de ser un “ser-para-dar la muerte”.[20]
Foucault, en su famosa obra titulada “Genealogía del racismo” (1975-76)[21] nos orienta a entender que la guerra es una manera de hacer política y que la política es una manera de hacer guerra. Precisar una invasión en contra de aquello que no colinda con mis fines particulares, representa una amenaza a mi horizonte comprensivo de la realidad.
Ahora bien, el término “entropía” procede del griego ἐντροπία y significa “evolución o transformación”.[22] Comúnmente se relaciona este término poco usual para el común de las personas, con el “desorden”; describe una situación “caótica” en la cual se ven afectados negativamente los componentes elementales y funcionales de un “sistema”.
Comprendiendo este significado, y aunado a lo anteriormente dicho sobre la “disimulación” de los fines políticos constructores de división, entonces podemos comprender porque la guerra, especialmente aquella en la que interviene el uso de la tecnología o la técnica de fabricación de armas mortales, en pos de la violencia y la consecución de muertes en escala masiva, se convierte entonces en el “detonador” que provoca las reacciones y alteraciones impetuosas al interior de la sociedad que sufre las consecuencias deplorables de la guerra, mismas que se manifiestan en las crisis económicas de la pobreza radical, la hambruna colectiva y la marginación de una alta porción de los individuos de una sociedad.
Respecto al sistema educativo, viene una baja en su plantilla de profesionales, hombres de cultura, y se intercambian por hombres con un sentido de egoísmo más alto; la superficialidad de la vida se encuentra al límite de la proximidad y la vida, ya no se convierte en un ideal a construir en aras a la perfección esperada, es ahí, en donde desaparecen los estandartes de la verdad, la bondad y el concepto servicial del hombre, peligrosa empresa, pues, se pierde la “humanicidad”, es decir, aquello que hace que un hombre sea desde sus afectos-sentimientos hasta su menesterosidad por crecer en el conocimiento de las causas últimas, de los conocimientos más “sublimes”, de las aspiraciones que dan consistencia a la propia existencia.
En la guerra además de las grandes pérdidas materiales y sobre todo humanas, también se pierde la razón y la autenticidad del ser humano, pues contradice, un principio “arquetípico” de su ser persona humana, el de dar vida y sentido a su realidad como ser instalado en el cosmos. La capacidad de trascendencia se reduce al fatalismo, a la “nihilidad”, el punto supremo de la desfragmentación de la ousíahumana
Es necesario que surja en nuevas mentes, en nuevos “especialistas” y profesionales la semilla de la transformación sí, pero referida no al caos, tanto hacia restauración mental, emocional, axiológica, “contemplativa” de la realidad social.
La educación, es la vía por la cual, un pensamiento formado en el compromiso social, la puesta en escena de los agentes de enseñanza aprendizaje purifique esperanzadora e incansablemente los fines de los sistemas afectados por los horrores que la guerra hallase dejado en cualquiera de sus manifestaciones.
Jacques Maritain y la acción moral del educador.

Como veíamos en el apartado anterior, la guerra es un agente “entrópico” que favorece considerablemente la inestabilidad de las estructuras sobre las cuales se funda un conjunto de individuos que viven bajo ciertas reglas morales, interpelantes entre sí. Uno de los referentes a nivel mundial, que tratan el tema una restauración social desde las inspiraciones filosóficas en unidad realista y concatenante para buscar fines coherentes y racionalmente aceptables hoy en día, que produzcan progreso y estabilidad ante una catástrofe provocada eficientemente por el mismo hombre, en este caso una política que genera violencia y  “desgarro”, es sin duda el filósofo de nacionalidad francesa, Jacques Maritain (1882-1973).
Durante su vida el filósofo cristiano, experimentó los límites de la existencia, el sentimiento trágico de la vida, tan semejante al que produce la guerra cuando ésta irrumpe en la vida de las personas, de manera “desestabilizante” y causante de los sentimientos más inexplicables de dolor humano.
Frente a su realidad tan carente de motivaciones fundamentales, es la misma intuición intelectual y de amor a la educación en donde encuentra una respuesta a su búsqueda de la verdad. Con la conversión explicita suya y de Raissasu su esposa, a la Iglesia Católica, Maritain descubre una nueva forma de pensar la vida (descubre el pensamiento clásico del  tomismo), se empeña en consagrar su existencia a proponer una síntesis teórica-práctica como proyecto de transformación cultural en la verdad para el desarrollo integral de la persona conforme a su naturaleza, vocación  y dignidad.[23]
Se dedica por tanto, a vivir en la verdad, y a hacer de sus conocimientos elementos restauradores, desde donde los cuales cuestiona al hombre: ¿Qué es lo que está haciendo con sus acciones en pos del desarrollo espiritual y  humano del hombre? ¿La verdad representa los escenarios de muerte que vivió la segunda guerra mundial? ¿En dónde ha fincado el ser humano su capacidad para dar vida y saber vivirla?
Considera que la persona por su independencia, como entidad espiritual “…constituye un universo aparte y un todo independiente...en el gran todo del universo y cara a cara del Todo trascendente que es Dios…”, con lo cual dinamiza la realidad “individual” del ser humano hacia la meta de un estado –menciona Maritain- “sobrenatural”, en el que se alcanzan los estados más puros de la inteligencia y de los afectos con los cuales el hombre percibe en sí mismo su realidad terrena, de manera muy fugaz e incompleta, pero, la educación lo pone en camino seguro hacia la vivencia de una plenitud presente cada vez más cercana a la plenitud absoluta en Dios.

Juan Bosco y Paulo Freire: pioneros de la libertad responsable.

Al analizar la vida y obra de Don Bosco, encontramos un sinfín de experiencias que terminan entretejiendo un sistema pedagógico basado en elementos que incluyen características particulares de algunas pedagogías modernas, tales como la escuela nueva, en donde se forma a la persona desde una libertad que le hace ser responsable de su propia educación, y una formación para el trabajo[24];  el sistema socio-crítico de Paulo Freire, que también comparte la preferencia por los más necesitados, los marginados, los pobres; educar a aquellos rechazados, por una sociedad que vive sumida en el materialismo y en el relativismo, y formar un aprendizaje significativo en donde la conciencia crítica supera sus propias limitaciones para transformar su entorno, muy similar al sistema pedagógico de Don Bosco, que prefería dedicarse a esta porción numerosa de la población.
Una característica central en Juan Bosco pedagogo, primero es que su estilo de vida era auténticamente educativo, luego se topa con una realidad muy concreta: chicos abandonados, poca escuela para los niños y jóvenes, abusos e injusticias en el ámbito laboral de los obreros, el inicio de la guerra en su país con todas las consecuencias que proceden de ella; la influencia viciada de diversas creencias religiosas que se infundían con más fuerza en el pueblo para atacar a la Iglesia Católica y en general una sociedad impregnada de escepticismo religioso y desconfianza en el porvenir.
La historia de Don Bosco como pedagogo nos relata que desde pequeño tuvo intuiciones muy especiales en la manera de concebir la pedagogía y pese a la “ola” desesperanzadora de acontecimientos reales que  acontecían dentro de la sociedad de su tiempo, llegar a ponerse en un camino de ideas visionarias donde aparecieron personas confiables, amantes de la educación y sus fines,  que le permitieron configurar sus convicciones y formaron en él un estilo cotidiano de vivir la pedagogía con naturalidad que se manifestaban en propuestas altamente educativas que  respondían a las diversas  necesidades sociales.
Su experiencia con los jóvenes le llevó a idear un método educativo basado en cualidades fundamentales del ser humano: razón, religión y amor. Don Bosco estaba convencido de que la educación de las personas era un proceso que se realizaba educando sobre todo con amor la conciencia de cada persona, con libertad sí, pero al mismo tiempo siguiendo el testimonio de una vida recta; fundamentada en valores, que respetara a los demás, le configurara como un ciudadano honrado y corresponsable con la sociedad que le rodeaba. Don Bosco  en su pedagogía que muchos jóvenes lograran superar la barrera de los límites y etiquetas que la misma sociedad –tan contaminada en ideas negativas- les imponía, pues esta pedagogía tocaba la conciencia, no centrada el dogmatismo imperativo, sino más bien centrada en la libertad de  una vida responsable.[25]
Por su parte vemos en Paulo Freire que tiene muchas cosas en común con Don Bosco, por ejemplo a lo largo de su formación intelectual Freire se dio cuenta de que las clases más dañadas en cuestión económica eran señaladas y etiquetadas por las clases sociales de más alto status económico, político y social. “Lo que hace es que piensa y practica un método pedagógico que procura dar al hombre la oportunidad de redescubrirse mientras asume reflexivamente el propio proceso en el que se va descubriendo, manifestando y concientizando: método de concienciación”.[26]
Coincide con Don Bosco en esta parte de reflexionar a nivel de conciencia los aprendizajes, las acciones llevadas a cabo y sus consecuencias, sean de índole negativa o positiva según el caso. En 1961 fue nombrado director del “Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Recife”, y en 1962 tuvo la primera oportunidad de aplicar de manera significativa sus teorías, cuando enseñó a leer y escribir a 300 trabajadores de plantíos de caña de azúcar en tan solo 45 días.
Para Paulo Freire alfabetizarse no es aprender a decir palabras, sino decir su palabra, creadora de cultura”, muy en sintonía con esta sensibilidad concatenante de Don Bosco para implementar en su sistema preventivo una forma de educar no con imposiciones u órdenes déspotas y represivas, sino más bien enseñar a la persona a encontrar la riqueza que existe en sí mismo por medio de la caridad, es decir, no se pretende señalar o atacar lo que reside en una persona por el contrario ayudarle a potenciar su ser.
Para concluir este apartado, es preciso enfatizar que la educación salesiana se materializa objetivamente en la realidad al ofrecer a los jóvenes la posibilidad de vivir una vida digna y respetable, en la cual sean educados y preparados con un método que responde a los tiempos actuales en el que se encuentran, donde comúnmente se ve notablemente la falta de amor, la desconfianza en los demás, la pereza y los vicios, las modas juveniles superficiales y hedonistas que arrastran a tantos jóvenes a perder el sentido de lo espiritual, del Ser Absoluto, es decir, del proyecto de Dios.[27]

Conclusiones.

 

Como podemos ver, la educación es un accidente que acontece en la sustancia del hombre, y ello sucede para bien de su formación intelectual, cultural, humana laboral y espiritual; busca su realización personal, y saca lo “mejor de sí” en una persona para orientarlo hacia los fines más puros, más rectos y de mayor bien. Una de las misiones elementales del ser humano es llegar a tomar conciencia de que su constitución ontológica-existencial le exige ser educado para lograr la satisfacción y felicidad personal y común.
La vida de Don Bosco, queda permeada por el sello de la educación con elementos de su infancia que supo integrar a lo largo de su desarrollo como persona, como ciudadano, como presbítero y como educador. El sacerdote turinés sabía ya desde su corta edad, que los conocimientos que poseía y que aprendía con lúcida habilidad, no eran conocimientos que exclusivamente le remuneran satisfacción personal, por el hecho de poseerlos y desarrollarlos de manera progresiva, creativa y auténtica; es preciso evidenciar que el carácter educativo en el que se formó “Juanito Bosco” tuvo personajes concretos, desde su madre Margarita Occhiena hasta los sacerdotes y docentes que le vieron crecer en sus primeros años, y que creyeron en él, en su potencial, en sus aspiraciones hacia fines acordes a los que, desde una visión cristiana, Dios de todo había pensado para él y cuantos le conocieran.
La educación que recibió, le implico esfuerzo y toma de conciencia frente a su realidad, para plantearse desde qué punto podría él corresponder a las necesidades de otros, que se veían envueltos en contextos de muchas mayor necesidad, pobreza, ignorancia y desinterés por las cuestiones educativas de cualquier índole.
Es en estos primeros años de infancia, donde se gesta el trinomio educativo del fundador de la Pía Sociedad Salesiana (1859), que hoy en día se conoce a sus miembros directos como Salesianos de Don Bosco, y quienes se dedican a la educación humana y cristiana de la Proción juvenil. El método que llamó “Sistema Preventivo”, se basaba por completo en el amor, la razón y la religión. Elementos que cubren necesidades antropológicas del hombre desde hace ya muchos siglos, tomando en cuenta la entrada del cristianismo como religión oficial del imperio más poderoso en el año 313 d. C.
La sociedad y los individuos tienen necesidad de entender el amor como esencia del acto educativo que abre las mentes y dispone los impulsos más profundos del ser humano para acercarse a las metas que afectan directamente su sensibilidad, misma que educa a lo largo de la vida, y valorando la pluralidad de experiencias en las que la realidad le ofrece miles de posibilidades para distinguirse como un ser colmado de sentimientos que puede intelegir.
La razón como medio objetivo e indagador de la verdad, por el cual se procesan al interior del ser humano los datos sensibles, mismos que son captados con la inteligencia, y que le hacen generar juicios, ideas, conceptos y percepciones de la realidad en la que se halla inmersa su “ser” y que hacer”. Y finalmente la religión, como elemento que brinda al hombre la posibilidad de tener “fe” en las realidades meta-sensibles, con su aspiración antropológica con la cual queda constituido para buscar el Fin Supremo, el Bien y la Felicidad eterna.
 La religación (religión) con Dios, y la intervención misteriosa que éste realiza en la vida del hombre para “iluminar” su mente, sus sentimientos, lo profundo de su dimensión espiritual. Una religión que, desde la doctrina Católica propone un mundo de “apertura” a la ética, a los comportamientos propios de un “hijo de Dios”, de un “creyente” de un ser humano educado en la amabilidad, cordialidad y en los valores axiológicos de todos los tiempos.
Analizar el Sistema Educativo Salesiano desde algunas corrientes filosóficas, nos permite tener un breve acercamiento a la complejidad y riqueza con la que cuenta un sistema educativo como el de Don Bosco. Analizar la ética, como eje rector de la paideia, es decir, la educación elemental griega, permite comprender que el sistema salesiano pretende formar educativamente ciudadanos responsables, conscientes de la realidad, comprometidos y con la experiencia necesaria para responder a las necesidades cambiantes y complejas de la sociedad.
 La figura de Sócrates en la Atenas cívica del siglo IV a. C., ilumina una actitud que es propia en el Sistema educativo salesiano, en el cual la propia misión intelectual, es a su vez (aunque resulte paradójico para los grandes eruditos o intelectuales nuestra época posmoderna) la misión que mira la generosidad como medio y fin por el cual se obra en favor del otro; las convicciones de una vida dedicada en la adquisición de “virtudes”, representa para Aristóteles una empresa que la educación realiza responsablemente para saldar en la coherencia inclusiva del ser humano como un ser “bueno”.
La Edad Media, se conoce generalmente en la historia de la humanidad como una época compleja de entender, para muchos pensadores –sobre todo los empiristas y racionalistas modernos- fue una etapa de “alienación” del pensamiento y de “represión”, para otros en cambio representó un momento culmen en la historia de la Iglesia Católica que trataba de integrar los contenidos de fe y los grandes argumentos de la razón humana, en torno al tema específico de la concepción de Dios y su proceder como “Demiurgo” Supremo del cosmos existente.
En la figura de San Agustín y de Santo Tomás de Aquino encontramos que la vida intelectual y la relación con Dios, precisan de esfuerzo por la indagación de mejores métodos entre el educador y el educando; la educación se “performa” cuando existe la insistente labor axiológica, moral y consciente del educando para dirigir con paciencia, caridad y sublimidad todas las aspiraciones de su educando, es decir, el educador tiene una responsabilidad por “dinamizar” la vida intelectual y espiritual del párvulo aprendiz. Luego entonces, se espera que la reacción a esta acción libre nacida de una convicción de raíces bien cimentadas del educador, sea igualmente libre en el educando para responder a lo que dichas convicciones le han afectado y directamente, le han instado a indagar en su propia formación humana, intelectual, espiritual y de servicio a la sociedad, tal como Don Bosco concebía su misión educadora de las porciones juveniles.
La paradoja que nos indica que el ser humano es un ser hecho para la vida pero que continúa y lamentablemente se haya al borde de provocar intencionalmente la destrucción de sí mismo
o de los demás, es verdaderamente un aspecto deplorable que inevitablemente golpea los estratos sociales de una nación, de un pueblo y de los pequeños círculos familiares. El problema surge cuando las diferencias entre los seres humanos se convierten en obstáculos para realizar solo las intenciones de algunos particulares, en donde la consecución del bien común, de la fineza por la opción interpersonal sana y generosa disminuyen o en el peor de los casos se justifican- y pueden desaparecer- argumentando progreso y transformaciones necesarias a costa de violencia y división , luego entonces se sustituyen por intenciones egoístas y superficiales que traen únicamente desgracia, decrecimiento y devastación.
La sociedad en guerra se encuentra en una situación “entrópica”. La entropía (ἐντροπία) se relaciona con el “desorden”; describe una situación “caótica” en la cual se ven afectados negativamente los componentes elementales y funcionales de un “sistema”. Es necesario entonces, que la educación forme mentalidades con sentido crítico e intelectual sí, pero también con mucha más fuerza, la educación forme a los hombres en los procesos de humanización, de servicio y generosidad de dicha preparación propia a la racionalidad humana.
 Ejemplos de esta mentalidad que debe cultivarse para la mejora de la condición humana y sus relaciones sociales los encontramos en el filósofo francés Jacques Maritain y en el pedagogo brasileño Paulo Freire. El primero, propuso “una síntesis teórica-práctica como proyecto de transformación cultural en la verdad para el desarrollo integral de la persona conforme a su naturaleza, vocación  y dignidad”, mientras que el segundo se dio cuenta de que las clases más dañadas en cuestión económica eran señaladas y etiquetadas por las clases sociales de más alto status económico, político y social. “Lo que hace es que piensa y practica un método pedagógico que procura dar al hombre la oportunidad de redescubrirse mientras asume reflexivamente el propio proceso en el que se va descubriendo, manifestando y concientizando: método de concienciación”.

BIBLIOGRAFÍA GENERAL:
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·         Bernard Lonergan, “Filosofía: Obras de la educación”, Universidad Iberoamericana, México D.F., 1998.
·         http://ec.aciprensa.com. San Agustín de Hipona: Profesor, Maestro y Pedagogo. P. Donato Jiménez Sanz OAR Fac. de Teología Pontificia y Civil de Lima, 2004
·         Juan  M. Bosco Occhiena, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, edición Crítica del P. Fernando Peraza Leal sdb, Edición extracomercial, Noviciado MEG, México, 2006.
·         Juan Bosco, MEMORIAS DEL ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES DE 1815 A 1855, CCS, España, 2002.
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·         Lecciones sobre Tomás de Aquino.Felipe Giménez. Profesor de filosofía de IES. Sitio web: http://www.filosofia.net/materiales/tem/taquino.htm
·         Luciano Cian, El Sistema Educativo de Don Bosco y las líneas maestras de su estilo, Departamento psicopedagógico-pastoral,  Instituto Don Bosco, 1978.
·         Luz García Alonso, “Léxico o vocabulario filosófico”, EUCIME, México, 2011.
·         Mariano Artigas, Introducción a la filosofía, EUNSA, 4ta edición, España, 1984.
·         Nadia Cotella, “Sócrates”,
·         P. Donato Jiménez Sanz OAR Fac. de Teología Pontificia y Civil de Lima, 2004
·         Pedro Hernández Dzul, “el pensamiento educativo de Aristóteles, artículo en pfd, sitio web: http://scarball.awardspace.com/documentos/trabajos-de-filosofia/Aristoteles.pdf
·         RAÚL TREJO VILLALOBOS,La filosofía de la Educación y sus resultados, archivo en pdf.
·         VILLALPANDO, José Manuel, Filosofía de la educación, Porrúa, México, 1992.
·         Jimmy Washbum Calvo, “PERSONA Y SOCIEDAD SEGUN JACQUES MARITAIN”,  Revista Filosofía.Univ.Costa Rica. XXVIII (67/68), 153-157,1990,
                                 






·         [1] Cfr. Ángel González Álvarez, Filosofía de la educación, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina, 1952. Pág.192

[2] Cfr. Juan  M. Bosco Occhiena, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, edición Crítica del P. Fernando Peraza Leal sdb, Edición extracomercial, Noviciado MEG, México, 2006. Pág. 22.
[3]Vr. Palabras en italiano que significan: “amor, razón religión”.
[4] Cfr. VILLALPANDO, José Manuel, Filosofía de la educación, [La educación filética y la capacitación para amar] Porrúa, México, 1992.
[5]Cfr.Luciano Cian, El Sistema Educativo de Don Bosco y las líneas maestras de su estilo, Departamento psicopedagógico-pastoral,  Instituto Don Bosco, 1978. Pág. 156
[6]Vr. El famoso “dame almas y llévate lo demás” como plegaria sustancial sobre la cual Don Bosco, entrega su vida en favor de la misión educativa y evangelizadora de la población juvenil. Un elemento que habla de la educación espiritual, en referencia hacia la “re-ligación” hacia el Ser Supremo, como único capaz de confiar la tarea de la educación al corazón dispuesto a entregar generosamente, tiempo, cualidades y vida entera.
[7]Cfr. Luz García Alonso, “Léxico o vocabulario filosófico”, EUCIME, México, 2011. Pág.197
[8] Cfr. Luciano Cian, El Sistema Educativo de Don Bosco y las líneas maestras de su estilo, Departamento psicopedagógico-pastoral,  Instituto Don Bosco, 1978. Pág. 65
[9]Ibíd. Pág. 66
[10]Cfr. Juan  M. Bosco Occhiena, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, edición Crítica del P. Fernando Peraza Leal sdb, Edición extra comercial, Noviciado MEG, México, 2006. Págs.205-210
[11]Ibíd. Pág. 36
[12] Cfr. Juan  M. Bosco Occhiena, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, edición Crítica del P. Fernando Peraza Leal sdb, Edición extracomercial, Noviciado MEG, México, 2006. Págs. 21, 50-53, 119.
[13]Ver. La palabra “autarquía” significa el dominio y señorío de sí mismo. Un componente fundamental de los grandes líderes, y de aquellas personas que a lo largo de su vida cada vez más orientan su propio fin hacia los fines más “excelentes”, y de mayor trascendencia. En palabras de Heidegger, sería lo mismo que “tomar la existencia en las propias manos” vivir la “existencia auténtica”.
[14]Cfr. Mariano Artigas, Introducción a la filosofía, EUNSA, 4ta edición, España, 1984. Pág. 76

[15] Cfr. Platón, Apología  39c
[16] Cfr. Dra. Dª Mª del Pilar Quicios García, España, 2002.

[17] Cfr. Studiumsapientiae, Madrid, 1987. n. 147.
[18]  Que se traduce al español como: “No te importe cuán molesto puedas serle tú a él, sino cuán amable debe serte él a ti.”
[19] Cfr.  Kennedy, Daniel. "St. Thomas Aquinas." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/14663b.htm>.
[20]En contraposición con la idea heidegeriana en donde lo que parte de un individuo que cumple la vía del ciclo vital auténtica con la propia muerte, (el Dasein: “ser-para-la muerte”) a través del tiempo, y con la aceptación y rendición de la propia voluntad frente a su inevitable finitud material. Aquí señalo, la autoridad con la cual el hombre se proclama como el único ser sobre la tierra capaz de hacer de su libertad y operatividad consumación de otra libertad operante, bajo el presupuesto del afecto transgredido por el cual se ve irradiado y conmovido en la complejidad antropológica para sí, a buscar en la cotidianeidad de actos mortales la menesterosidad insaciable de tender hacia la actitud, que le llamo “consumante”. Pasa a ser un “ser-para-dar muerte”, identidad de una existencia “frustrada”, “dañada”, sin una ética que lo gobierne en aras del bien común, sino su propia desesperación que lo “autodestruye” existencialmente.
[21]Conferencias que impartió en el College de France entre 1975 y mediados de 1976.
[22] Cfr. Eumed.net
[23]Cfr. Andrés Esteban López Ruíz, Bibliografía tomista: Jacques Maritain, publicaciones de la Red Internacional de Filósofos y Teólogos Tomistas. 2012, sitio web:

[24] Cf. Eleazar Narváez, “Una mirada a la escuela nueva”, Educere, Vol. 10, Universidad de los Andes, Venezuela.
[25] Ver Juan Bosco, MEMORIAS DEL ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES DE 1815 A 1855, CCS, España, 2002.
[26] Cf. Freire Paulo, segunda edición, siglo XXI editores S.A. de C. V., 2005, México. Pag. 19 8 versión libros google-académico.
[27] Cf. Mt. Cap. V,: 1-11.

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