miércoles, 22 de noviembre de 2017

Iglesia joven que confía en el amor tierno de Dios.


Iglesia joven que confía en el amor tierno de Dios.


Por: Sergio A. Domínguez Campos. SSCC
"¡La Iglesia os mira con confianza, y espera que seáis el pueblo de las bienaventuranzas!".
San Juan Pablo II

Durante mucho tiempo he podido escuchar a niños, adolescentes y jóvenes expresarse con desagrado y molestia sobre cuestiones que acontecen al interior de nuestra Iglesia, y soy honesto, no es fácil escucharlo; sin embargo, reconozco que hay mucha ignorancia y lejanía en algunos de ellos, seguro que lo han escuchado por terceros y como un atentado para desprestigiar nuestra fe en Cristo. Ante esto, me pregunto: ¿Por qué son menos los jóvenes que hablan sobre lo positivo que hacemos como una Comunidad Universal preocupada por el bien del prójimo?

Es una realidad que pocos jóvenes valoran acciones tan necesarias como los sacramentos, la atención a la salud en hospitales atendidos por católicos comprometidos; Universidades y tantos colegios particulares que tienen el sello de formar en valores humanistas y cristianos con un sentido social consciente y responsable. Grandes labores de humanización que se realizan en misiones cotidianas (no siempre las hacen virales en la red) pero, para las generaciones juveniles, es más fácil captar lo negativo porque parece ser más fuerte, más atractivo que lo positivo. Cuestiones morales, no siempre entran en oídos alejados del amor, la atención y la convivencia familiar sana. Por eso vale la pena educar en valores humanos y cristianos.

Aún con este complejo y real presupuesto, los católicos sabemos lo bueno que hay en nuestra Iglesia. Si miramos al interior de la historia contemporánea en nuestra Renovada Iglesia (1962 CVII), es inevitable no mencionar ni dejar de lado un acontecimiento suscitado por el Espíritu Santo, fruto de la docilidad de sus pastores; un evento sin precedentes y que difícilmente se podría comparar con otros eventos masivos dada su trascendencia y profundidad, donde jóvenes de todas las naciones del mundo se reúnen como verdaderos discípulos y depositarios de la santidad que nos regala Cristo, a través de su Santa Iglesia, para recibir y comunicar el amor tierno de Dios Padre a toda la humanidad, a toda nación, en particular las nuevas generaciones juveniles. Nos referimos a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que organiza el Vaticano desde hace más de 32 años, en comunicación con las Arquidiócesis de los países elegidos, para albergar a miles de jóvenes que se dan cita para encontrarse, animarse y plantearse de cara al misterio de Cristo y el Proyecto Divino del Padre Amante de la humanidad, Amante Tierno de los jóvenes.

JMJ: Un Padre amoroso cerca de los jóvenes.
La iglesia Católica, dócil a las inspiraciones más profundas del Espíritu Santo ya desde la mitad del siglo XX, creyó con firmeza que en las porciones juveniles se hallaba depositado el gran misterio de un amor que se hace vida, actualiza los tiempos y las etapas humanas, trasciende toda forma de pensamiento y de costumbre social: se trata del amor de un Padre por sus hijos más pequeños.

Así, la Iglesia deposita en los jóvenes la esperanza de testimoniar con gran fuerza a Cristo Vivo y Resucitado. Su Santidad Juan Pablo II, vivió en permanente sinergia en torno a esta intención viva del Espíritu Santo, para proponer a los jóvenes de este tiempo, un camino seguro y realizable,  donde la cultura del encuentro, la oración y la necesidad de sentirse amados por alguien tan grande como nuestro Padre, fuera algo que trascendiera fronteras, espacios y cualquier ideología social. Todos unidos y animados por un solo espíritu: querer amar y servir a Dios en el prójimo.
Hasta hoy son XIV ediciones, y la próxima a celebrar en Panamá para el año 2019. Todo comenzó el 20 de diciembre de 1985, con la iniciativa explícita de S.S. Juan Pablo II de reunirse en el Domingo de Ramos con los jóvenes en una jornada de oración y catequesis. La expectativa de asistencia no era tan alta como la que asistió en esa primera jornada de oración; más de 250, 000 jóvenes revistieron la plaza de San Pedro, participando con el santo padre en la Celebración Culmen. Después de este gran éxito pastoral, y dada la necesidad que percibieron los obispos de llevar a los jóvenes al recinto siempre confiable de Cristo, se puso en marcha el proyecto para realizar los siguientes encuentros; ampliando las expectativas y saltando las fronteras políticas, ideológicas y económicas de su tiempo en un mundo, que se tornaba alardeado por grandes cambios, pero siempre, con esa necesidad de ver el rostro amoroso de Cristo, a través de su Iglesia.

En el año de 1987, se celebró fuera de Roma, teniendo como sede la nación argentina quien recibió miles de jóvenes. El tema de la esperanza fue el núcleo central; el cual guio y transformó los hogares cristianos a su paso. Para el año de 1989, su sede pasó a Santiago de Compostela, en la nación española. Ahí se rezó con fuerza por la paz mundial poniendo de manifiesto a Cristo como “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14, 6). En 1991, y después de pasar la crisis política con Alemania, Polonia fue la elegida para recibir y albergar el mensaje de unidad y fuerza cristiana de su hijo y santo pródigo Karol W. Para el año de 1993, Denver, E.E.U.U. En  1995, Manila, con una gran cifra de asistentes a la jornada (4 millones). En 1997, Paris se revestía de fiesta, al proclamar una nueva fraternidad fundada en los valores evangélicos como estandarte. En el año 2000 Roma, y ante la gran festividad del Jubileo, el tema de la Reconciliación y la Misericordia, que motivó a tantos a valorar dicho Sacramento y la importancia para las nuevas conciencias. En 2002, volvió la sede al continente americano, esta vez, fue en Toronto, Canadá. Teniendo un gesto especial y conmemorativo por las víctimas, en la zona cero de Manhattan, tras los lamentables hechos del 11 de septiembre del año anterior. 

Para el año 2005, se celebraba la primera JMJ  en Colonia, Alemania, ya sin su notable fundador; esta vez, era su sucesor S.S. Benedicto XVI, el alemán Joseph Ratzinger, quien insistió en el sentido de la peregrinación como un hecho que marca la existencia de los hombres y define la acción de los jóvenes en las naciones. En 2008, se eligió por primera vez al continente de Oceanía, teniendo como sede Sídney, Australia. Un encuentro moderno y en donde las tecnologías jugaron un papel fundamental para repensar y dimensionar en el siglo XXI el mensaje de Cristo para llegar a nuevos campos de evangelización.

En 2011, España, recibía de nuevo la honrosa propuesta para albergar a cientos de jóvenes de todas las naciones para poner en alta estima la vocación cristiana en sus específicos modos de vivir, desde un amor que se hace firme y fuerte para el prójimo. Para 2013, Brasil, quien se preparaba también para recibir el siguiente año la Copa Mundial de Fútbol, se vio bendecida con la elección para recibir en su capital la JMJ más latina de todos los tiempos. En medio de una conciencia social responsable y ecológica, el nuevo Pontífice Francisco, llamó a la Iglesia a salir de sus estructuras y soñar con un nuevo horizonte de amor, y solidaridad humana. Finalmente en 2016, Polonia, volvió a ser la sede, donde Francisco, hizo alusión de sus predecesores y enfatizó el tema de la Misericordia de Dios como signo sublime de Dios por los hombres, a quienes invitó a reconciliarse con Él.

Iglesia joven que corresponde la voluntad del Padre.
Como jóvenes de Iglesia, no podríamos estar tranquilos e indiferentes sabiendo que tantos otros han perdido la esperanza del mensaje alentador y confortante que nuestra Santa Iglesia ofrece como don gratuito de un amor más grande que todo.

Cada una de las jornadas juveniles, nos invita a ser testimonio vivo de aquello que creemos; celebramos en comunidad por esa razón; oramos para entrar en sintonía con Nuestro Padre Dios. Nos encontramos en la alegría de quien sabe disfrutar la vida por la compañía del prójimo, justo como nos lo inspira el Espíritu Santo, y sólo así, estaremos dando ese testimonio tan necesario para los que quieran tener los mismos sentimientos de Jesús. ¡Que se inicie tan grande anhelo en el corazón del joven!

¡Nuestra postura y acción frente a los acontecimientos del siglo XXI les importa a Dios y a nuestra Iglesia!


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