Iglesia joven que confía en el amor
tierno de Dios.
Por: Sergio A. Domínguez Campos. SSCC
"¡La Iglesia os
mira con confianza, y espera que seáis el pueblo de las
bienaventuranzas!".
San Juan Pablo II
Durante mucho tiempo he podido
escuchar a niños, adolescentes y jóvenes expresarse con desagrado y molestia
sobre cuestiones que acontecen al interior de nuestra Iglesia, y soy honesto,
no es fácil escucharlo; sin embargo, reconozco que hay mucha ignorancia y
lejanía en algunos de ellos, seguro que lo han escuchado por terceros y como un
atentado para desprestigiar nuestra fe en Cristo. Ante esto, me pregunto: ¿Por
qué son menos los jóvenes que hablan sobre lo positivo que hacemos como una
Comunidad Universal preocupada por el bien del prójimo?
Es una realidad que pocos jóvenes valoran
acciones tan necesarias como los sacramentos, la atención a la salud en
hospitales atendidos por católicos comprometidos; Universidades y tantos
colegios particulares que tienen el sello de formar en valores humanistas y
cristianos con un sentido social consciente y responsable. Grandes labores de
humanización que se realizan en misiones cotidianas (no siempre las hacen
virales en la red) pero, para las generaciones juveniles, es más fácil captar
lo negativo porque parece ser más fuerte, más atractivo que lo positivo.
Cuestiones morales, no siempre entran en oídos alejados del amor, la atención y
la convivencia familiar sana. Por eso vale la pena educar en valores humanos y
cristianos.
Aún con este complejo y real presupuesto,
los católicos sabemos lo bueno que hay en nuestra Iglesia. Si miramos al
interior de la historia contemporánea en nuestra Renovada Iglesia (1962 CVII),
es inevitable no mencionar ni dejar de lado un acontecimiento suscitado por el
Espíritu Santo, fruto de la docilidad de sus pastores; un evento sin
precedentes y que difícilmente se podría comparar con otros eventos masivos
dada su trascendencia y profundidad, donde jóvenes de todas las naciones del
mundo se reúnen como verdaderos discípulos y depositarios de la santidad que
nos regala Cristo, a través de su Santa Iglesia, para recibir y comunicar el
amor tierno de Dios Padre a toda la humanidad, a toda nación, en particular las
nuevas generaciones juveniles. Nos referimos a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que organiza el Vaticano
desde hace más de 32 años, en comunicación con las Arquidiócesis de los países
elegidos, para albergar a miles de jóvenes que se dan cita para encontrarse,
animarse y plantearse de cara al misterio de Cristo y el Proyecto Divino del
Padre Amante de la humanidad, Amante Tierno de los jóvenes.
JMJ: Un
Padre amoroso cerca de los jóvenes.
La iglesia
Católica, dócil a las inspiraciones más profundas del Espíritu Santo ya desde
la mitad del siglo XX, creyó con firmeza que en las porciones juveniles se
hallaba depositado el gran misterio de un amor que se hace vida, actualiza los
tiempos y las etapas humanas, trasciende toda forma de pensamiento y de
costumbre social: se trata del amor de un Padre por sus hijos más pequeños.
Así, la Iglesia deposita en los jóvenes la esperanza
de testimoniar con gran fuerza a Cristo Vivo y Resucitado. Su Santidad Juan
Pablo II, vivió en permanente sinergia
en torno a esta intención viva del Espíritu Santo, para proponer a los jóvenes
de este tiempo, un camino seguro y realizable, donde la cultura del encuentro, la oración y
la necesidad de sentirse amados por alguien tan grande como nuestro Padre,
fuera algo que trascendiera fronteras, espacios y cualquier ideología social.
Todos unidos y animados por un solo espíritu: querer amar y servir a Dios en el
prójimo.
Hasta hoy
son XIV ediciones, y la próxima a celebrar en Panamá para el año 2019. Todo
comenzó el 20 de diciembre de 1985, con la iniciativa explícita de S.S. Juan
Pablo II de reunirse en el Domingo de Ramos con los jóvenes en una jornada de
oración y catequesis. La expectativa de asistencia no era tan alta como la que
asistió en esa primera jornada de oración; más de 250, 000 jóvenes revistieron
la plaza de San Pedro, participando con el santo padre en la Celebración Culmen.
Después de este gran éxito pastoral, y dada la necesidad que percibieron los
obispos de llevar a los jóvenes al recinto siempre confiable de Cristo, se puso
en marcha el proyecto para realizar los siguientes encuentros; ampliando las
expectativas y saltando las fronteras políticas, ideológicas y económicas de su
tiempo en un mundo, que se tornaba alardeado por grandes cambios, pero siempre,
con esa necesidad de ver el rostro amoroso de Cristo, a través de su Iglesia.
En el año de 1987, se celebró fuera de Roma, teniendo
como sede la nación argentina quien recibió miles de jóvenes. El tema de la
esperanza fue el núcleo central; el cual guio y transformó los hogares
cristianos a su paso. Para el año de 1989, su sede pasó a Santiago de
Compostela, en la nación española. Ahí se rezó con fuerza por la paz mundial
poniendo de manifiesto a Cristo como “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14, 6). En 1991,
y después de pasar la crisis política con Alemania, Polonia fue la elegida para
recibir y albergar el mensaje de unidad y fuerza cristiana de su hijo y santo
pródigo Karol W. Para el año de 1993, Denver, E.E.U.U. En 1995, Manila, con una gran cifra de
asistentes a la jornada (4 millones). En 1997, Paris se revestía de fiesta, al
proclamar una nueva fraternidad fundada en los valores evangélicos como
estandarte. En el año 2000 Roma, y ante la gran festividad del Jubileo, el tema
de la Reconciliación y la Misericordia, que motivó a tantos a valorar dicho
Sacramento y la importancia para las nuevas conciencias. En 2002, volvió la
sede al continente americano, esta vez, fue en Toronto, Canadá. Teniendo un
gesto especial y conmemorativo por las víctimas, en la zona cero de Manhattan,
tras los lamentables hechos del 11 de septiembre del año anterior.
Para el año 2005, se celebraba la primera JMJ en Colonia, Alemania, ya sin su notable
fundador; esta vez, era su sucesor S.S. Benedicto XVI, el alemán Joseph
Ratzinger, quien insistió en el sentido de la peregrinación como un hecho que
marca la existencia de los hombres y define la acción de los jóvenes en las
naciones. En 2008, se eligió por primera vez al continente de Oceanía, teniendo
como sede Sídney, Australia. Un encuentro moderno y en donde las tecnologías
jugaron un papel fundamental para repensar y dimensionar en el siglo XXI el
mensaje de Cristo para llegar a nuevos campos de evangelización.
En 2011, España, recibía de nuevo la honrosa propuesta
para albergar a cientos de jóvenes de todas las naciones para poner en alta
estima la vocación cristiana en sus específicos modos de vivir, desde un amor
que se hace firme y fuerte para el prójimo. Para 2013, Brasil, quien se
preparaba también para recibir el siguiente año la Copa Mundial de Fútbol, se
vio bendecida con la elección para recibir en su capital la JMJ más latina de
todos los tiempos. En medio de una conciencia social responsable y ecológica,
el nuevo Pontífice Francisco, llamó a la Iglesia a salir de sus estructuras y
soñar con un nuevo horizonte de amor, y solidaridad humana. Finalmente en 2016,
Polonia, volvió a ser la sede, donde Francisco, hizo alusión de sus
predecesores y enfatizó el tema de la Misericordia de Dios como signo sublime
de Dios por los hombres, a quienes invitó a reconciliarse con Él.
Iglesia
joven que corresponde la voluntad del Padre.
Como jóvenes de Iglesia, no podríamos estar tranquilos
e indiferentes sabiendo que tantos otros han perdido la esperanza del mensaje
alentador y confortante que nuestra Santa Iglesia ofrece como don gratuito de
un amor más grande que todo.
Cada una de las jornadas juveniles, nos invita a ser
testimonio vivo de aquello que creemos; celebramos en comunidad por esa razón;
oramos para entrar en sintonía con Nuestro Padre Dios. Nos encontramos en la
alegría de quien sabe disfrutar la vida por la compañía del prójimo, justo como
nos lo inspira el Espíritu Santo, y sólo así, estaremos dando ese testimonio
tan necesario para los que quieran tener los mismos sentimientos de Jesús. ¡Que
se inicie tan grande anhelo en el corazón del joven!
¡Nuestra postura y acción frente a los acontecimientos
del siglo XXI les importa a Dios y a nuestra Iglesia!