jueves, 5 de julio de 2018

DOCENCIA Y EDUCACIÓN


La docencia bajo los pilares de la conciencia de servicio y responsabilidad.

Por: Sergio Domínguez Campos


El fenómeno de la deserción escolar: causas, consecuencias; Reflexión necesaria para generar cambios sociales.

Cuando iniciamos un proyecto, de cualesquier índole, por ejemplo un plan de trabajo para el ciclo anual en una empresa de ventas, o un calendario en donde sistematizamos acontecimientos y los situamos en fechas para tener claro qué es lo que se pretende hacer en una determinada institución, coreemos siempre con el riesgo de que los objetivos se alcancen o no, se cumplan o se desvirtúen, o quizá sean llevados a un buen término, si no de manera perfecta, sí concluidos con la satisfacción de una mejora evidente y plausible. Es necesario pensar en cómo es que dichas proyecciones humanas, pueden tener limitantes, y a veces pueden llegar a ser “fracasos” que obstaculizan no solo el crecimiento de una porción social, sino también de una nación entera.

La deserción escolar, es un término clásico, que se utiliza en efecto, para conceptualizar el momento en que una persona, por determinadas causas se ve obligada a  abandonar –casi siempre de manera no completamente libre- los estudios, y con ello la posibilidad de ser partícipe de todos los beneficios que resultan de la educación formal. Por desgracia en nuestro país, el índice de “deserción escolar es alto”, y generalmente trae como consecuencias De acuerdo con los datos del censo del 2010, [INEGI] en México había en ese año un total de 822,563 adolescentes entre los 15 y los 17 años de edad. De ellos, noasistían a la escuela 269,441, es decir, el 30.5%. Debe destacarse que la inasistencia al bachillerato es mayor entre los hombres que entre las mujeres, pues de los 443,423adolescentes del sexo masculino contabilizados en el 2010, había 140,850 que no estaban inscritos en el nivel de educación media-superior, dato equivalente al 31.8% de ellos.[1]

La situación traída a colación, es un tema de suma importancia y resulta evidente la urgencia por hacer algo para reflexionar y actuar en torno a dicha problemática social. Pero, ¿Cuáles podrían ser las causas y las consecuencias que generan tan incómodo y angustiante momento para algunos estudiantes? ¿La deficiencia se encuentra en el individuo o en la sociedad que le interpela y le afecta? ¿Qué papel ha jugado el gobierno, y qué tanta responsabilidad ha sido en verdad asumida para mejorar la situación?

Estas y otras interrogantes nos surgen e interpelan directamente a quienes estamos ocupados y atentos a las cuestiones de educación, al contemplar con muy poco agrado, la situación real y las consecuencias devastadoras que primero genera al interno de un individuo, y después toda la ola de problemáticas que se derivan de muchas acciones que efectúa el individuo en su propio contexto, familiar, socio-cultural.

Familia, economía y contexto socio cultural como causas de la deserción escolar.

    Cuando miramos el problema de la deserción escolar, es inevitable no mirar también todo lo que atrás de ellos se oculta. Me refiero concretamente a distinguir la situación real de su contexto vital. Desde la familia –que es la base para la formación de toda persona- que tiene una mentalidad más de corte utilitarista, superficial e incluso materialista, hasta los factores y las carencias, dificultades y contrariedades de índole económica que se presentan en las personas a la hora de ingresar a la esfera educativa en nuestro país, pueden presentarse como causas para que se agudice el momento del “abandono” escolar; esto entendido como una crisis que puede derivarse también del propio contexto socio-cultural, y es que, en verdad, al echar un vistazo por las aulas de primaria o secundaria, más aun de las escuelas a nivel medio superior, se comprende que las tendencias juveniles vienen impregnadas de una mentalidad centrada en el relativismo, el reduccionismo por la utilidad de la formación escolar, y añadiría también, de un vasto bagaje de prejuicios que se generan a la hora de recibir las enseñanzas por parte de sus docentes. 

Es necesario que el docente –más no cualquier docente- por vocación esencial, se haga presente de una manera distinta a lo que conocemos en estos ambientes, para que sea generador, propiciador y acompañante de los procesos de alumnos que necesitan el apoyo necesario,  primero para poder entender de manera “adecuada” que ser parte de una formación intelectual, académica, profesional, es para su mayor bien; es para que también él mismo sea formador de otras generaciones, y se cumplan así los objetivos que pretende la educación de plenitud y afirmación del sentido de vida humana.

El docente: dispuesto servidor responsable en pro de los fines de la educación.

     La docencia, desde siempre, se ha caracterizado por ser la encargada de poner a los alumnos en situación de conveniencia para integrar conocimientos y enseñanzas determinados en su tiempo y espacio. La docencia, viene precisamente del vocablo griego “docere” que significa sacar lo mejor de una persona, y esto siempre para su mayor bien.
El papel del docente en nuestro país, hay que decirlo como es y cómo lo ve gran parte de la sociedad mexicana hoy en día: se ve devaluado en su acción e identidad. Gran parte de ello se debe a que algunos docentes protagónicos se ven envueltos en actitudes de indiferencia, de incomprensión frente a los sucesos del país y más aún del mundo; en experiencias incomodas de irresponsabilidad y desinterés por los propios procesos de los alumnos. Y lo que más llama la atención, que ha venido abajo la conciencia de servicio y responsabilidad, que una identidad como docente conlleva. El sentido de la educación ética, se llevará a cabo por docentes que sean expertos la experiencia de disposición al otro: “Debemos poner nuestra experticia a disposición del otro y el otro a su vez se entregará confiado a nuestro saber, a nuestras capacidades y a nuestra buena disposición.”[2]

Mucho se habla sobre competencias y cualidades del docente del siglo XXI en nuestro país, un primer acercamiento, en efecto, nos habla sobre la necesaria preparación intelectual y humana que deben asumir progresivamente los que se preparan y son docentes. La necesidad de integración humana –como base- en el docente, abre muchas puertas para la complejidad sincrética en la que una sociedad como la mexicana, demanda y suplica ser educada.

El docente, además de poseer un gran cúmulo de conocimientos teóricos y que además continuamente se van actualizando según el paso del tiempo, debe integrar en sí, la disposición de “elevar” su dignidad e identidad de “educador” hacia los fines del servicio responsable a los demás.

La escuela como espacio formador de la integralidad de la sociedad mexicana del siglo XXI.

       Finalmente, el docente tiene que recuperar un espacio, que por no llamarlo “perdido” en su totalidad, sí ha sufrido una desvalorización significativa por parte de directivos, padres y por ende de los propios alumnos. Me refiero específicamente a la escuela. La escuela, qué más podría significar que un espacio donde en verdad, el ser humano tiene la oportunidad para seguir desarrollándose, pues, si lo vemos  desde  una óptica muy objetiva y analítica, podría compararse a la flor de donde las abejas recogen el polen que posteriormente trabajan hasta convertirlo en deliciosa miel que emana de sus panales. La realidad es, que, la escuela hoy en día, se ve incluso como algo que – en lenguaje coloquial mexicano- “no vale mucho la pena”, bajo la justificación de la complejidad que implica concluir los ciclos anuales, semestrales, cuatrimestrales, bimensuales, etc. Existe una cierta idea, que como prejuicio, únicamente relaciona la cuestión del estudio con el progreso económico por ejemplo; desde los nuevos modismos como una situación del status quo que determina o califica en sociedad a un individuo por la consecución de distintos y numerados títulos académicos, generando la mayor parte del tiempo, un repudio de parte de las clases sociales con menos posibilidades para acceder a una educación de calidad. Mucho se podría hablar del tema, sin embargo, habremos de acotar el presente ensayo a objetivar una realidad latente en nuestro país.

Dicha realidad denota la incompetencia de una sociedad por lograr un equilibrio en sus diferentes esferas sociales, para vivir en paz, progreso y verdadera justicia.  Me parece que deberíamos de tomar muy en cuenta la siguiente idea de María Nervi que nos plantea en su artículo “Ética, educación y profesión docente” en la cual afirma que la escuela es un espacio para crecer integralmente: “La sociedad del siglo XXI reclama para todos una escolaridad más prolongada y una escuela concebida como el espacio protegido para el ejercicio de la inteligencia y de la capacidad valorativa, integralmente.”[3]





BIBLIOGRAFÍA:

  • -        María Loreto Nervi H., ética, educación y profesión docente, Académica del Centro de Estudios Pedagógicos, Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile, 2003. p. 78
  • -        Mario Luis Fuentes, “El drama de la deserción escolar”, CEIDAS, México, 2014. Consultada: 24/11/2014. Página web: http://mexicosocial.org/index.php/mexico-social-en-excelsior/item/181-el-drama-de-la-deserci%C3%




[1] Cfr. Mario Luis Fuentes, “El drama de la deserción escolar”, CEIDAS, México, 2014. Consultada: 24/11/2014. Página web: http://mexicosocial.org/index.php/mexico-social-en-excelsior/item/181-el-drama-de-la-deserci%C3%B3n-escolar.html
[2] Cfr. María Loreto Nervi H., ética, educación y profesión docente, Académica del Centro de Estudios Pedagógicos, Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile, 2003. p. 78
[3] Ética, educación y profesión docente, op. Cit. p. 80

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