lunes, 9 de julio de 2018

SOBRE EDUCACIÓN


Edgar Morín y el paradigma de la educación.


Por: Sergio Dominguez C.


El enfoque educativo necesita obligadamente educadores. La situación de la educación cambiante y sus agentes en co-recíproca operatividad, es un fenómeno y un espectáculo complejo respectivamente. Crece -de manera latente y unívoca a diversos sistemas sociales- la urgencia de que la educación en casa y en la escuela  forme “personas críticas y reflexivas” más que “personas competentes y poco humanas”; pues, sin demeritar la segunda postura, hay que admitir que una formación de este estilo provoca que muchos seres humanos se vayan perdiendo de en las ideas y las teorías, y se mira menos la practicidad en la que se halla inmerso el común de la población de un país, peor aún, logra que pensamientos rigoristas, dogmáticos o autoritarios, competencias no sanas que imperen y cometan fuertes injusticias en contra de las porciones sociales con menos incidencia en la vida crítica-reflexiva sobre los acontecimientos de la historia de su país.

Edgar Morín (1921- ), sociólogo y antropólogo francés, encuentra a través de su experiencia de vida, una filosofía que puede iluminar la autenticidad del paradigma de la educación. Tal como lo toma del autor Roberto en su libro esencial “Con la cabeza bien puesta”, concibe que la educación es la “puesta en práctica de los medios necesarios para asegurar la formación y el desarrollo e un ser humano..."[1] y en efecto esto alude a lo que conocemos como proceso o camino de reflexión. Actitud constante de  la cual podríamos responder mejor a la “complejidad” –término utilizado por Morín para expresar la situación cambiante del hombre- que presenta la realidad en el paradigma de la educación.

Además, Morín intuye –desde su experiencia- un camino hacia una nueva “humanización” desde el individuo en sí mismo; es así que, algunos puntos de su libro “Los 7 saberes para la educación del futuro”[2],  vale la pena extraer y poner en la mesa de reflexión, sobre todo, y con pertinencia de carácter urgente, para los docentes, los educadores de nuestro tiempo.

“Los 7 saberes para la educación del futuro”: una propuesta que reforma la educación.[3]

Cuando hacemos un acercamiento a la obra de Morín, nos damos cuenta que pretende única y esencialmente exponer problemas centrales o fundamentales que permanecen por completo ignorados u olvidados y que son necesarios para enseñar en el próximo siglo.

Según Morín, en su primer capítulo trata de evidenciar un problema que –considerándolo objetivamente- atañe a muchos niveles de la sociedad, ya sea desde los propios gobernantes –muy ad hoc a la situación crítica de credibilidad y acción que atraviesa nuestro país- , maestros, alumnos, instancias de gobernación, miembros del sistema de salud, etc. Se trata de las cegueras del conocimiento que tienen su raíz en el error y la ilusión. Ambos términos entendidos en la realidad como entidades atributivas de lo insostenible, lo imaginario, lo irrealizable. Muchas veces, partiendo de supuestos que “en teoría” ya deberían estar implementándose con dadivosa intención a diversos niveles de la sociedad. Y es que, es más fácil llegar a la visión ilusoria de un objetivo que lograrlo.

A fin de cuentas en este primer capítulo, subraya la aterradora visión de la “inconsciencia” del hombre del siglo XX y aún del presente siglo, que lo ha llevado a “sufrimientos y desorientaciones” a causa de errores e ilusiones plasmadas en actos aterradores.
Es preciso mencionar el orden lógico en el que el humanista francés ha planteado realizar la reflexión de la situación educativa. Este queda esquematizado de la siguiente manera:

1.     LAS CEGUERAS DEL CONOCIMIENTO: EL ERROR Y LA ILUSIÓN.
2.     LOS PRINCIPIOS DE UN CONOCIMIENTO PERTINENTE.
3.     ENSEÑAR LA CONDICIÓN HUMANA.
4.     ENSEÑAR LA IDENTIDAD TERRENAL.
5.     ENFRENTAR LAS INCERTIDUMBRES.
6.     ENSEÑAR LA COMPRENSIÓN.
7.     LA ÉTICA DEL GÉNERO HUMANO.

La primera orientación, de la cual hablábamos anteriormente, sobre las cegueras que se presentan desde el error y la ilusión, continúan situando la urgencia con la que el texto de Morín se encuentra redactado: es necesario encaminar al hombre hacia conocimientos que cada vez más sean pertinentes, en otras palabras, significa situar al hombre como humano que parta de convicciones fundamentales, nunca pasivas, ni relativistas, sino de conceptos que hacen mirar los ideales del bien común y de la posibilidad de un bien mejor, no de perfeccionismos, sí de esfuerzo humano por mejorar.

La consecución de capítulos que establece Morín, como lo planteamos anteriormente, tiene su razón de ser en la propuesta de “saber” para algo, y ese algo contundentemente es lograr una identidad, de un ser humano más en favor de la donación (Cap. III Enseñar la condición humana); el educador debe hacerlo actuar y pensar con relación al mundo real (Cap. IV Enseñar la identidad terrenal) y que sepa hacer frente a los paradigmas espontáneos e inesperados desde una convicción decidida, puesta en común, transformante de la propia historia (Cap. V Enfrentar las incertidumbres).

En los capítulos VI Morín señala con tajante afirmación - que nos sirve para reflexionar sobre la plataforma desde donde podemos educar generaciones futuras- “el problema de la comprensión se ha vuelto crucial para los humanos. Y por esta razón debe ser una de las finalidades de la educación para el futuro”[4]. Es necesario, formar en la comprensión.

El planteamiento que realiza Morín en torno a la complejidad de formar seres humanos hoy, nos hace pensar en el cómo y porqué desde los núcleos formadores que conocemos en la etapa del ser humano: la familia, la sociedad y agregaría el “propio yo” (como ser racional que se llena de experiencias, y aprehende según su propio horizonte de pensamiento y conocimiento).

Finalmente, el capítulo VII del libro, grosso modo, sitúa la reflexión de la formación y la educación, como un papel que le atañe directamente a la conciencia, que parte de una relación intrínseca e indisoluble entre la triada individuo-sociedad-especie. En otras palabras, la ética del género humano busca el “desarrollo conjunto de las autonomías individuales, de las participaciones comunitarias y del sentido de pertenencia a la especie humana”.[5]

Conclusión.
Desde esta concepción de pertenencia a “ser alguien entre otros” dirían los filósofos de la alteridad del siglo XX, es posible que los alcances y las cualidades entre individuos logren la conjunción, para lograr el mejoramiento de los sistemas educativos. Ahora ya no se responsabiliza de las situaciones a un solo sujeto, sino más bien es la “comunitareidad autónoma” lo que impera, lo que sustenta y lo que resuelve la complejidad; para Morín, se convierte en un estilo que “reforma” la realidad del ser humano de cualquier tiempo, y es posible para cuantos nos dedicamos a la labor educativa, reflexionar, y responder con libertad, conciencia y coherencia, a las problemáticas complejas y cambiantes de nuestra sociedad, misma que es necesaria que exista, pues explica en sí, la “esencia” de la autenticidad ontológica de cada ser humano.




BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES DE APOYO.

-      Edgar Morín, “Con la cabeza bien puesta. Repensar la reforma. Reformar el pensamiento”, ed. Visión, 1ª edición , 5ta reimpresión, Buenos Aires, 2002.


-                  -                   E. Morín, “Los 7 saberes para la educación del futuro”, UNESCO, 1999, Paris.

-        Emmanuel Lemieux, Edgar Morin. Vida y obra de un pensador incorformista, Traducción de M. Serrat. Kairós. Barcelona, 2011. 544 páginas, 35 euros.BERNABÉ SARABIA | 25/03/2011 | http://www.elcultural.es/revista/letras/Edgar-Morin-Vida-y-obra-de-un-pensador-incorformista/28893 (Consultada: 09/12/2014)

-                     -              Cátedra itinerante UNESCO “Edgar Morín”,  ONUECC,




[1] Cfr. Edgar Morín, “Con la cabeza bien puesta. Repensar la reforma. Reformar el pensamiento”, ed. Visión, 1ª edición , 5ta reimpresión, Buenos Aires, 2002.
[2] Una contribución de Morín para la UNESCO, y la reflexión en torno a la diversidad en el campo de la educación. Cómo educar para un futuro sostenible.
[3] Cfr. E. Morín, “Los 7 saberes para la educación del futuro”, UNESCO, 1999, Paris.
[4] Ibid. Pág. 51
[5] Ibid. Pág. 59

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