El filósofo como experto en el dialogo con la realidad.
Por: Sergio Domínguez
C.
Introducción.
La
complejidad de un mundo como el de hoy es una realidad que inevitablemente el
ser de este tiempo debe enfrentar y de la cual necesariamente hacer reflexión.
Reflexión y diálogo, entendimiento y comprensión de los sucesos históricos, de
la novedad continua que de vanguardia se presenta como impenetrable para el
común de las personas, es decir, a cada hombre le corresponde toparse cara a
cara – ya lo dijo Levinas en su Ética del
rostro- consigo mismo.
Es un hecho, que la
sociedad hoy en día me refiero a la sociedad latinoamericana particularmente
se mueve en ciertos ciclos que conviene la pena analizar e iluminar, basándonos
en el sistema político del filósofo
Estagirita, para quien el hombre es por naturaleza un ser social, es decir,
un ser de relaciones, y acuerdos, de responsabilidades, de decisiones pero
también de oposiciones entre sí, ya sea por intereses propios o por desviaciones
en el ejercicio del poder. La clave para cualquier forma de gobierno, aunque
muchas veces sea evidente que no genera las bondades absolutas en sus
ciudadanos, será para Aristóteles la estabilidad mediada, el equilibrio de las
posiciones sociales respecto a sus fines particulares, sin olvidar por
supuesto, que hay una generalidad en cuanto su obrar por la misma sociedad en
la que se hallen.
Hemos de entender, que el
hombre no debe permanecer frente a la realidad como lo explica el ejemplo del
velero, en el cual estando dicho velero en altamar, y ejerciendo su función
como debe, antes es coaccionado por los “vientos”- diríamos las corrientes de
pensamiento e ideologías políticas, religiosas, etc.- de manera estrepitosa y
quitándole toda la precisión para autoregirse, para dominarse en una autonomía
edificante, es decir, que la libertad con la que se procede a este encuentro
“inteligente y sentiente” de la realidad lanza la condición humana en su
conciencia y corporeidad a saberse parte de una realidad de la cual es garante
o negligente de elementos para su mejor dinamicidad en el tiempo y el espacio
reales. Precisamente la realidad, diría el gran filósofo español X. Zubiri es
un encuentro con el sentir, la inteligencia del hombre le debe llevar a saberse
un ser que desde su capacidad sensible-sensorial puede captar la realidad y
precisar la menesterosidad que conlleva su inmersión activa en ella.
Al mirar la realidad de
nuestro mundo y nuestro tiempo presente, somos conscientes como lo diría Hegel
en su fenomenología del espíritu, que “nuestro tiempo es un tiempo de
nacimiento y de tránsito a un nuevo periodo”.[1] El filósofo, como buscador de las causas últimas, de la
verdad que encierran los acontecimiento sencillos
y rutinarios de la vida, tiene una responsabilidad indispensable de realizar
para la sociedad, en su “génesis ontológico”, como constitutivo esencial, que
le hace ser quien es en medio de la divergencia masiva de seres entitativamente
racionales.
Es menester agregar en
este apartado, que aquí cabe preguntarse alguna serie de cuestiones
interesantes que nos permitan indagar como J.
Habermas en el papel que la filosofía
tiene dentro de un mundo “postmoderno”, por ejemplo, ¿Por qué el filósofo
permanece cada vez más alejado de los sectores educativos básicos en nuestro
país? O ¿Desde hace cuánto tiempo se ve que la política ha centrado su acción en un mero discurso de
absurdos repetitivos, de índole patriótico o de proyectos emprendedores bajo la
apariencia de “para los más necesitados?, también ¿ Cómo es que la sociedad –
al menos la mexicana- hoy en día tiene en sus jóvenes los niveles más altos de
baja escolaridad y de un sentido de escuela casi pragmatista-consumista, en el
cual se ven las carencias para reflexionar sobre temas de relevancia como la
vida, la preservación del ecosistema, la rectitud y transparencia en los cargos
gubernamentales los espacios culturales y las relaciones interpersonales?
El cuestionamiento sobre
cómo debería de ser la acción del filósofo hoy en día nos hace concluir que,
quien en este campo se moviese debe, ante todo, ser un experto en el dialogo
con la realidad.
Ética aristotélica: la mediación.
Es evidente que una
persona con las cualidades cognoscitivas para aprehender la realidad y generar
una visión holística como Aristóteles, debía tener presente que la
radicalización en el ser humano podría llevarle a conseguir limites que nunca
pensó pero que quizás tampoco en verdad sabría hacia las consecuencias
irreversibles a las que se dirigiría de ser así. De tal manera, que él mismo al
observar que en los sistemas sociales existen las clases con mejor
posicionamiento económico entre unos y otros, planteaba que la virtud de una
estabilidad constante y presente, se llevaría a cabo por la mediación que se
hiciera entre estas, en su contacto con
las leyes. He aquí, que los gobernantes
(según la forma de gobierno) debían de poner el centro de su reflexión porque
precisamente se habla de dos grupos sociales que poseen una radicalidad en sí
misma: pobres y ricos.
La reflexión encaminada
desde distintos puntos de vista, podría conducir al auge o a la ruina de un
pueblo, y señala Aristóteles con insistencia: “…la propiedad intermedia es la
mejor de todas, y a que es la más fácil de someterse a la razón...” (1295 b).
El filósofo como artífice del ser y su
valor en la realidad. Incidencia y complementos.
La etapa
posmoderna se halla fuertemente trastocada y bastante envenenada por las aguas
del hedonismo, el utilitarismo y el pragmatismo desmesurados, a su vez un
positivismo arraigado con gran fuerza y específicamente para una determinada
porción de la sociedad, especialmente aquella con mayores ventajas en las
estructuras de economía. La política crece en necesidades que cubre, sí, desde
los propios antecedentes históricos de la nación, hasta las exigencias de un
mundo globalizado, y que pide lo que le asemeja a ser como una empresa que
genera cada vez más y más necesidades que el hombre de hoy dentro de su asombro
y a la vez relativismo da por contada su indispensabilidad de ser o su sin
sentido de ser, lo que podríamos llamar una concepción unilateral centrada en
el sentido de las cosas, dejando también un aumento considerable al desecho de
la parte ontológica-existencial del ser humano. Vivir en una etapa de tanto
materialismo y pragmatismo, debería instar la mente del filósofo del siglo XXI
para lograr convertirse en un artífice del valor del ser en general, y en ello
de los sentidos esenciales del ser humano.
Jacques Maritain (1882-1973) nos recuerda hablando desde la filosofía
política que propone desde un obrar bajo
el presupuesto del bien y de la esperanza, que “La filosofía política es eficaz
y eficaz en grado sumo, porque tiene que ver con las esperanzas terrestres de
la comunidad humana.”[2] Con
lo cual queda plasmada la idea de que dentro del común social el papel del
filósofo consiste en dar un aporte significativo y realista para responder a
necesidades insoslayables que no sólo se centren en contenidos alejados y
elevados para explicar una operación excelsa del ser humano, sino que funcionen
en la practicidad de los aspectos que identifican al mismo, como lo son el
afecto y la razón.
Ahora bien, si el filósofo
además de su capacidad crítica-reflexiva, incluye además en sí una actitud de
diálogo y de apertura hacia “el otro”, crece en su posibilidad de que su acción
de artífice se convierta en capacidad de comprensión comunitaria, es decir, el
alcance al que está llamado hoy en día el filósofo, es el de poder convocar el
pensamiento suyo y de otros, luego ponerlo en funcionalidad activa para ser
proyectada de la esencia de cada uno hacia la exterioridad en la que se
materializa idea-juicio-raciocinio.
Cuando miramos los
problemas que existen a nivel organizativo y de comunicación entre los
políticos vale la pena preguntarse, hasta qué punto de la situación profesional
deja de serlo como tal y entonces entran elementos más subjetivos que ya no
corresponden a una lógica razonable, aceptable para pensar en los fines para
los cuales surge un ambiente de personas que busquen en la política el
bienestar común y la generación de acuerdos mayormente encaminados hacia el
progreso de distintos estratos o campos de la sociedad.
Quizá en la visión
mediática de Aristóteles encontramos amplias opciones para conducir la política
hacia fines reales y posibilitados de ser fines humanizados por la misma
mediación, pues evitan los extremos por exceso o por defecto.
La visión de un filósofo, y ya se pensaba en
la antigüedad con Platón, es la más apta para gobernar, y esto se debe en gran
medida en la capacidad que un filósofo puede hacer para sintetizar las
prioridades reales, tomando desde las causas primeras y los elementos lógico-prácticos.
Por otro lado, el filósofo puede iluminar la realidad social desde su
experiencia y sentido agudo de la ética y la moral. Identifica de manera
imparcial e indiscriminadamente los elementos que emergen de una percepción de
la realidad desde un punto de vista moral, con un grado sumo de respeto que
logra definir y comprender las diferencias entre la moral de la cultura; claro
que sin perder los elementos axiológicos fundamentales, los filósofos pueden
enseñarle a un político o a un técnico industrial, el sentido vital por el cual
tanto una como otra profesión, se ven anestesiadas muchas veces por los
“fantasmas” del dinero y de la corrupción, que entonces se pierden los sentidos
de un conjunto holístico que integra sociedad, individuos en sus pensamientos y
en su obrar. De lo dicho anteriormente
me gustaría, señalar que, la necesidad de objetividad y de un toque loable de
subjetividad lo encuentra el filósofo cuando en su propia existencia hace la
experiencia de indagar en el misterio del pensamiento y de sus consecuencias en
la realidad. Probablemente es más fácil que un hecho tan catastrófico como la
segunda guerra mundial y todo lo que a su paso dejó, como hecho horroroso y de
sufrimiento para toda la generación que lo vivo en propia piel, genere más
rápidamente la elaboración de nuevas legislaciones en aras de evitar que se
vuelvan a cometer dichos actos “inhumanos”, a que únicamente se generen
legislaciones sin hechos precedentes que son el detonante para que las
consecuencias de un elemento subjetivo pasen al elemento de la objetivación de
ser.
J. Habermas
nos habla de la productividad, y la considera un medio efectivo para realizar
la propuesta de apertura al mundo y de la aplicación de la praxis
transformadora para ayudar los procesos de enseñanza y aprendizaje. [3] Se entiende entonces la iniciativa creadora e innovadora
en el mundo que el filósofo está posibilitado y habilitado para realizar: su
discurso no es únicamente el de contenidos o teorías alejadas a la praxis
cotidiana.
El filósofo por ende,
posee en sí una responsabilidad inmanente a su razón y a su espíritu: plantea a
la sociedad las vías para actualizar el pensamiento, no desvirtuarlo, sino
acrecentarlo. La lógica que utiliza no es ya en un sentido riguroso
aristotélico o formal, sino que más bien utiliza la lógica del sentido común,
del espíritu que puede transformar antes que estructuras a las personas, la
lógica de una filosofía que unifica y no que divida; por ejemplo, la religión,
en todas sus manifestaciones debe ser
iluminada por el filósofo cuanto más por su grado de acercamiento con una
entidad Suprema que no está alejada sino que precisa del obrar aún
“misterioso”, pero que no aliena, no impone y conjuga sus ideales más profundos
en la libertad que genera generosidad y corresponsabilidad con la sociedad. En
ese sentido, alejar de doctrinas que sirvan a las deformaciones en las
profesiones religiosas, como las manifestaciones “idólatras” o “extremistas”,
cargadas de actos mortales justificados por una supuesta intervención divina,
es tarea del filósofo. El filósofo en la praxis como transformador de la
realidad, es decir como Aristóteles propone un espíritu mediador.
Apreciaciones y directrices de la
acción filosófica.
En el apartado anterior,
hablamos principalmente del ser del
filósofo, la vía mediática de Aristóteles, y la labor continua del filósofo por
rescatar la valía de las cosas en general y desde qué puntos complementa su
acción transformadora a la realidad en la que es, se mueve y trasciende de suyo.
En este apartado, profundizaremos
precisamente en el ser del filósofo
como un ser que transforma, sean ya las estructuras morales, instituciones o
personas físicas que sufren una “alteración” en su plataforma
ontológica-esencial.
Lo que le debería preocupar a un filósofo, desde
mi punto de vista, es verdaderamente saber filosofar y ser práctico para
resolver cuestiones de la realidad. El filósofo por vocación
humana constituida sustancialmente por la razón, es capaz de hacer preguntas,
como lo diría Heidegger acerca de las preguntas por el ser en su obra Sein und Zeit (1927). La pregunta es un
método efectivo que indaga sobre lo verdadero, lo falso, define esencialmente
las cosas y le da auge a la realidad universal. Clave para la transformación
que realiza el filósofo parte en efecto de la pregunta, que, procedente de una
duda resuelve la misma, y en la consecución de diversas dudas resueltas,
también adquiere respuestas efectivas y prácticas a su realidad. Como por
ejemplo, el método socrático de la mayéutica, posee una riqueza de alto grado
dada su continua acción-reacción, estimulo de pregunta-respuesta, para
concatenar ideas, clarificar datos de la realidad y definir conceptos. Cuando
el filósofo se pregunta cómo entender un fenómeno social, un comportamiento
humano, o realizar un compendio histórico sobre la vida política de un
determinado país, necesariamente planteará las preguntas clave, para buscar las
respuestas fundamentales que le orienten en su acción de filósofo práctico.
Ahora bien, la acción
transformadora del filósofo que utiliza la pregunta como medio para develar
verdades y orientar acciones, precisa tener espacios únicos, que sean fijos y a
la vez accesibles para tomar un papel de inclusión con los fines hacia los
cuales se pretende realizar la empresa transformadora. Como mencionaba
anteriormente el filósofo por vocación, además de poseer razón posee también en
sí una parte afectiva-sensible. La transformación sobre la cual habrá un
filósofo de plantear su proyección hacia sí mismo o hacia los demás, debe partir
del conocimiento personal de manera profunda. Lo que Sócrates llamaría como un
“constante examen de la vida”. La vida que asume un estudiante de filosofía por
ejemplo, ha de llevarle a confrontarse con su propia historia, y entre
análisis, reflexiones, analogías y el continuo devenir del pensamiento, buscará
el orden que necesita su propia existencia. De aquí es de donde parten los
grandes ideales, los grandes proyectos, los enormes esfuerzos por la búsqueda de justicia, y las convicciones
profundas que dinamizan individuos, instituciones o círculos sociales a operar
de acuerdo a sus fines.
Por ejemplo cuando los
líderes revolucionarios campesinos y políticos buscaron un cambio de mentalidad
en el gobierno de Porfirio Díaz, transcurrido el primer decenio del siglo XX en
México, este se consiguió a base de
confrontaciones, debates y enfrentamientos (muchos de ellos cruentos), que
partían de un conocimiento de la realidad social que acaecía en ese tiempo para
la sociedad mexicana. De esto podríamos agregar que Díaz obró como
quien perdió en algún momento de su carrera como líder político, el
conocimiento de su pasado histórico, y trató de justificar su acción
emprendedora y autoritaria con una visión muy buena de la apertura a
globalización de su tiempo, pero olvidando que su pueblo necesitaba antes
resolver cuestiones del pasado.
Conclusión
La labor transformadora
del filósofo como se aprecia por tanto, es llevar al conocimiento de hechos, de
datos que sean reflexionados desde la lógica cambiante de la complejidad
humana, pero atribuyendo siempre fines claros a los cuales orientar las pautas
de operación, es decir, la teoría de cualquier ciencia debe pasar por el filtro
de la práxis, para equilibrar, desde la visión del filósofo de Estagira la relación entre las preguntas fundamentales
que Kant argumentaría en sus grandes obras sobre la metafísica, la razón, los
juicios, y los deberes en los que se halla inmerso el ser humano: ¿Qué puedo
conocer? ¿Qué debo hacer? Y ¿Qué me cabe esperar? Con estas cuestiones el
filósofo podrá responder qué y quién es el hombre del tiempo que en el que le
toca ser y existir.
BIBLIOGRAFÍA:
· Habermas, el
Discurso filosófico de la modernidad. Doc. Pdf.
· Ángel C. Correa,
“Lecturas escogidas de Jacques Maritain, Visión general de filosofía política y
social “, Ed. Humanismo Integral.
· ¿Qué es la Filosofía
Aplicada? FILOSOFÍA APLICADA: DE LA FILOSOFÍA PRÁCTICA A LA PRÁCTICA
FILOSÓFICA. Publicado en Conexiones. Educación a distancia UVAQ. No.
5 (2009) Pp. 26-31
· Achebach, “¿Qué es
la filosofía práctica?, El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza
de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en
www.elbuho.aafi.es